Díaz Canel ante la inauguración del Trigésimo Octavo Periodo de Sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL cuya presidencia deja ahora Cuba, ha dicho que en “América Latina y el Caribe persiste un vergonzoso grado de desigualdad económico-social”. Un discurso de tono populista, demagógico y propagandista, muy en su línea. Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno, pero no darse cuenta de la que uno lleva en el suyo.
La Cuba de Díaz Canel es, con diferencia, uno de los países más desiguales, injustos y probablemente insolidarios del mundo. Pero el no lo quiere reconocer, porque entonces, su modelo político económico y social se viene abajo. Además, como la “democracia de partido único” no permite una oposición institucional que hable claro, todo el mundo, incluida la CEPAL, se debe creer el mensaje distorsionado que sale de Cuba y por supuesto, ni cuestionar una coma.
Que un representante del régimen comunista cubano hable en foros internacionales de “brechas estructurales y sistémicas entre naciones, y a lo interno de cada país” da una idea de cómo está el escenario mundial en la actualidad. Lo peor es que nadie, después de estas palabras, las haya cuestionado. Este trabajo examina algunos de esos mensajes que ya no sirven 61 años después.
Las brechas en la sociedad cubana son numerosas, y entrar en ellas podría resultar aburrido.
Las distancias salariales son abrumadoras, entre el salario más elevado que se paga en la construcción y el más bajo en hoteles y restaurantes, la diferencia es del 202%. Además, la capacidad adquisitiva de los salarios muy reducida, con un salario medio situado en 879 CUP que al cambio equivale a poco más de 30 dólares.
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