
Da la impresión de que la violencia y la falta de visión dominan nuestro mundo. (Brian Weiss)
Durante largo tiempo, la violencia, el desorden social más viejo en la historia de la humanidad, ha sido objeto del estudio minucioso de académicos y científicos. Si se encontraran las causas –dicen– el paso lógico a seguir sería hallar la cura.
Más fácil dicho que hecho, porque la violencia, según algunos, es inherente a la naturaleza humana, y por consiguiente un mal con el que hay que vivir. Otros menos pesimistas alegan que la violencia es algo que los jóvenes aprenden de los viejos, y por tanto el único remedio es la educación.
Las versiones científicas más recientes aseguran que la violencia de un individuo está determinada por una fórmula genética heredada y por eso su control está determinado por la identificación del gen que lo produce. Pero no importa cómo y a qué se atribuyan sus causas, todos están de acuerdo en que existe una relación directa entre la violencia a que se exponga un individuo en su infancia y la agresividad de la que más adelante se jacte por la vida.
Crueldad y Violencia
Una persona violenta carece del control y la ética necesarios para evitar transgredir los límites de los derechos ajenos. Cuando una persona cruel agrede a otros, transgrede el territorio ajeno en busca de satisfacción para su instinto depredador. Su necesidad es la de controlar a otros y retribuir así un ego enfermo e inseguro.
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