En Rabat, asistí al foro 2025 de la Academia Real de Marruecos, prestigiada institución dirigida por el Secretario Perpetuo, Abdeljalil Lahjomri, de la cual soy miembro de honor desde el 2023.
La Academia, fundada en 1977 por el rey Hassan II, tiene por objetivo contribuir a fomentar la paz y a la investigación científica, particularmente en el campo de las ciencias, la cultura y las artes.
En esa ocasión, los participantes comentaron sobre el conflicto entre Israel y Palestina, los asesinatos perpetrados por el grupo terrorista Hamas y la brutal invasión de Rusia a Ucrania, para apoderarse de Crimea, Donetsky y Logansk, y que, a la fecha, controla 112 mil kilómetros de territorio ucraniano.
En ese desgraciado contexto, sostuve que las confrontaciones militares desvían importantes recursos económicos en compras de material bélico, advirtiendo que los conflictos pueden escalar al uso de arsenal nuclear, porque existen 12,331 ojivas en el mundo, de las cuales Rusia y Estados Unidos cuentan con 5,449 y 5,277 respectivamente.
En la exposición agregué que el gasto mundial en armas se ha incrementado a 2.44 billones de euros y todo indica que esa cifra aumentará sustantivamente, como advirtió la presidenta del Consejo de Europa, Ursula Vonder Layen, anunciando que en la próxima década los europeos invertirán 800 mil millones de euros en material bélico, un gasto gigantesco, irracional, tremebundo, cuando existen enormes carencias humanas.
Entre otras, que dos mil millones de personas no tengan acceso al agua potable, que 870 millones padezcan de inseguridad alimentaria (hambre); que existan 8,200 millones de pobres; 150 millones de niños de la calle y 269 millones de infantes que sufren anemia severa.
Vivimos en un mundo autodestructivo, donde la violación a los derechos humanos no constituyen una excepción sino una regla casi universal, como demuestran los brutales bombardeos rusos sobre complejos de viviendas, hospitales y colegios ucranianos. Un conflicto que avanza a su cuarto año de duración, con un saldo de un millón de muertos y heridos en ambos bandos y 11 millones de ucranianos desplazados, mientras la destrucción de su infraestructura energética asciende a 524 mil millones de dólares, según reporta la ONU.
Putin, sin duda, es un psicópata genocida. Madeleine Albright, la talentosa secretaria de Estado del presidente Clinton, publicó un libro titulado "Fascismo"y varios artículos en el diario norteamericano New York Times, describiendo a Putin como "sujeto pequeño y pálido, tan frío, que es casi un reptil".
Luego agregó que "en lugar de allanar el camino de Rusia hacia la grandeza, al invadir Ucrania asegurará dejar a su país dramáticamente aislado, económicamente paralizado y estratégicamente vulnerable ante una alianza occidental, más fuerte y unida, afectando también a su estrecho círculo de compinches corruptos"
Por su parte, en un artículo titulado "El síndrome del perro rabioso", el periodista británico, John Carlin, describió al autócrata ruso como "el peor cáncer que aflige al mundo”, añadiendo “que no hay una mínima excusa para las acciones de este criminal, comenzando por su invasión a Ucrania y la matanza en serie de niños”.
La revolución de las comunicaciones nos ha permitido observar esos terribles sucesos en tiempo real y conocer el opaco o nulo papel que han cumplido las Naciones Unidas para evitar las matanzas y promover un acuerdo de paz.
La ONU, sin duda, ha fracasado estrepitosamente en esa tarea, al tiempo de que los diplomáticos acreditados en el foro mundial guardan sepulcral silencio frente a la barbarie del Kremlin.
A Putin no le interesa que sucumban las tropas como ocurría con Hitler.
Sus soldados mueren por miles y los compensa liberando a presos comunes para conducirlos al frente de batalla o contratando sicarios norcoreanos con ese propósito No retrocederá
Seguirá su criminal ofensivacon el apoyo de otras satrapías: Venezuela, Nicaragua, Cuba, Corea del Norte y países que integraron la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), como Bielorussia, Armenia y Kirguistán.
Ante ello, la única esperanza para desescalar el conflicto, para que evitar más muerte y destrucción, sería que las fuerzas armadas europeas se desplacen a la zona de guerra, que la ONU haga lo mismo con batallones de Cascos Azules y que el presidente Trump actúe con firmeza en apoyo a los valores de la libertad y la democracia
Mientras tanto, la ONU, que dispone de un presupuesto anual de 4 mil millones de dólares, ha quedado reducida a una etiqueta, membrete, logo, papel mojado en tinta, inacción que abre las puertas a la destrucción de la humanidad, que ya ha comenzado.
Nota: Publicado originalmente en
https://www.intdemocratic.org/es/existe-las-naciones-unidas.html
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