Confieso estar impactado por el desenlace del recién finalizado conclave, al designar como sucesor de San Pedro al nuevo Papa, el número 267, en realidad ha hurgado mis raíces y en los principios que han influido en mi visión de la humanidad.
Una de ellas es la de haber sido seminarista en mi infancia en 2 tiempos a los 7 años y a los 11 años, luego las circunstancias de monaguillo, me permitieron recorrer las zonas rurales de la colonia agrícola de Turén y conocer las condiciones de vida de las comunidades campesinas más pobres del otrora distrito. Esta vocación fue inspirada por mis amados padres seres profundamente creyentes en la fe cristiana.
Posteriormente el tiempo dejó atrás los cantos gregorianos, las procesiones, las misas, las horas santas de la Semana Mayor, llevándome los caminos de la vida a otros rumbos, a la militancia política y sindical, al entrelazar mi condición de estudiante de Relaciones Industriales en la Universidad de Carabobo con la de apoyo sindical a trabajadores caucheros, textiles y automotrices en las zonas industriales del centro del país. En esa conjunción de actividades conocí un texto novedoso para mí, la encíclica Rerum Novarum como parte del programa de derecho laboral del pensum de estudios universitarios. La dimensión de la Rerum Novarum fue también fuente de inspiración en los artículos sociolaborales (87 al 97), de los cuales fui corredactor en nuestra Carta Magna (1999), cuyo contenido en la actualidad son una requisitoria contra la actual gestión presidencial.
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