Si permitimos que los algoritmos crien a nuestros hijos, no perderemos simplemente una generación, perderemos las cualidades que sostienen a la sociedad civilizada y a la humanidad en su conjunto.
Durante más de una década, los expertos nos han advertido sobre los peligros de los algoritmos. En 2015, Frank Pasquale, un erudito legal y experto en derecho en relación con la inteligencia artificial (IA), advirtió en "The Black Box Society : The Secret Box Society : The Secret Algorithms That Control Money and Information" que la autoridad se expresa cada vez más algorítmicamente.
La científica de datos Cathy O-Neil siguió en 2016 con su libro más vendido, "Weapons of Math Destruction", mostrando cómo las fórmulas invisibles reforzaron la desigualdad en áreas como puntajes de crédito, policía y contratación.
Estas advertencias eran graves, y tenían razón.
Pero incluso mientras sonaban las alarmas sobre la equidad, el sesgo y la discriminación en los sistemas de adultos, una cosa quedó en las sombras: la infancia. Los expertos estaban observando cómo los algoritmos gobernaban nuestras finanzas, nuestros trabajos y nuestra reputación. Pocos se detuvieron a preguntar cómo esos mismos sistemas se amplificaban a través de las redes sociales y ahora se sumarían compañeros cibernéticos de IA que vendrían a gobernar la vida cotidiana, las identidades y el futuro de nuestros hijos.
Para 2020, el innovador documental "The Social Dilemma" trajo el tema a la corriente principal. Algunos que fueron "insiders" de Google, Facebook y Twitter, junto a investigadores del Centro para la Tecnología Humana, revelaron cómo el diseño basado en el compromiso estaba explotando la psicología, difundiendo información errónea y polarizando las sociedades. La película fue una llamada de atención, pero incluso entonces el foco estaba principalmente en la política y la confianza cívica. Una vez más, los niños fueron tratados como víctimas colaterales, no como un segmento de la población que debe ser objetivo principal. Y sin embargo hoy día son los jóvenes los que están más profundamente gobernados por algoritmos.
Pasquale y O-Neil tenían razón al llamar la atención sobre los sombríos sistemas que deciden quién obtiene préstamos, quién consigue trabajo y quién puede expresarse en línea. Pero mientras los adultos tienen algunas defensas como experiencia de vida, habilidades de pensamiento crítico e identidades desarrolladas, los niños no. Están en los años más formativos de desarrollo cerebral, cuando los patrones de pensamiento, regulación emocional e identidad todavía están en desarrollo.
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