Los Convenios de Ginebra que se firmaron después de la Segunda Guerra Mundial, fueron modificaciones de tratados previos que habían existido durante casi un siglo con el propósito de hacerlos más abarcadores y precisos. Estos esfuerzos de concertación humanitaria se remontan al 22 de agosto de 1864.
Desde tiempos más recientes, los Convenios de Ginebra son un testimonio de los horrores de la guerra y los intentos de la comunidad global por aliviarlos. La protección del personal médico, la inmunidad de los civiles ante los ataques militares y la atención médica a los soldados heridos, independientemente de su lealtad, están garantizadas por estos tratados que regulan la responsabilidad humanitaria de los países en guerra.
La mayor parte del siglo XIX fue una época tumultuosa. Un gran porcentaje del mundo había estado involucrado en conflictos debido a la Guerra Civil en Estados Unidos, la Guerra de Crimea, la Guerra de Cerdeña y otras. Algunos de estos enfrentamientos fueron especialmente crueles y ocasionaron un elevadísimo número de muertos y soldados y civiles mental y/o físicamente incapacitados. Un mundo agotado por la guerra y sus consecuencias decidió tomar medidas para proteger a las personas afectadas por los efectos de los conflictos armados y se realizó un esfuerzo global para abordar estas preocupaciones humanitarias que desembocó en esa reunión en Ginebra, Suiza, en 1864.
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