Hoy es 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
Y voy a decir lo que demasiados callan: La ONU y su Consejo de Derechos Humanos (CDH) han sido capturados por las mismas dictaduras que deberían vigilar. El zorro no solo está en el gallinero. El zorro dirige el gallinero.
Cuando el CDH nació en 2006, yo estaba en una prisión cubana condenado por recabar firmas para el Proyecto Varela y por escribir para la prensa independiente.
Mientras la ONU hablaba de “esperanza y renovación”, yo veía desde una celda cómo Cuba pasaba, sin mejorar en nada su récord en Derechos Humanos, de ser país observado… a ser observador dentro del mismo sistema que hacía solo unos meses mantenía para el país un Relator dedicado.
Esa es la ONU que existe hoy: una institución donde los violadores de derechos humanos se reparten cargos, presiden comités y eligen relatores “a la medida”.
La Doctrina Monroe surge del Séptimo Mensaje Anual del Presidente Monroe al Congreso el 2 de Diciembre de 1823.
Los cambios que se están produciendo en las Américas por acciones políticas y militares de los Estados Unidos acaban de ser claramente explicados en la “Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América” que define la política exterior, las relaciones internacionales y cambia la geopolítica con el “Corolario Trump a la Doctrina Monroe”.
La Doctrina Monroe proclamada por el Presidente James Monroe el 2 de diciembre de 1823, es un “principio de política exterior de Estados Unidos que sostiene que cualquier intervención en los asuntos políticos en el continente de América por parte de potencias extranjeras de otros continentes es un acto potencialmente hostil contra los Estados Unidos” . Fue proclamada “contra el colonialismo europeo en el hemisferio occidental” cuando las colonias españolas en las Américas habían logrado o estaban en proceso de lograr su independencia.
El Corolario Trump a la Doctrina Monroe es la conclusión, es la consecuencia de la doctrina Monroe aplicada a la realidad objetiva actual. Durante el siglo XXI el Hemisferio Occidental ha sufrido la penetración de países, potencias y hasta grupos terroristas extracontinentales, que apoyando y participando de la expansión dictatorial en Latinoamérica han puesto en riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos, con amenazas, agresiones y operaciones mediante mecanismos de “Guerra Híbrida” como la migración forzada, narcoterrorismo, tráfico de personas, grupos criminales, interferencia y participación en la política interna, acciones para el cambio cultural y más.
Una estrategia es “un proceso regulable, un conjunto de reglas que buscan una decisión óptima en cada momento” y la estrategia de los Estados Unidos establece principios que nadie debería ignorar: “Definición precisa del Interés Nacional, Paz a través de la Fuerza, Predisposición al no intervencionismo, Realismo Flexible, Primacía de las Naciones, Soberanía y Respeto, Equilibrio de Poder, Pro trabajador estadounidense, Competencia y Merito”. Además señala prioridades: “La era de la migración masiva ha terminado, Reparto y transferencia de cargas, Reajuste a través de la Paz, Seguridad Económica”.
En La condición humana, Arendt escribió: “Los hombres son libres mientras actúan; y la libertad no es un estado, sino un comienzo”.
Cuando falleció de un infarto el 4 de diciembre de 1975 en su apartamento de Nueva York, Hannah Arendt era ya una referencia indiscutible del pensamiento político contemporáneo.
No buscó ser un icono. Lo fue porque encarnó, con su vida y su obra, la coherencia entre el pensamiento y la acción. Supo que pensar no bastaba, que comprender el mundo exigía exponerse a él.
Y que la libertad se demostraba actuando.
Tenía 69 años. Pocos días antes había sufrido una caída en la calle, a la que, fiel a su carácter, restó importancia. Aquella noche había cenado con amigos (siempre los amigos, su tesoro, su bien más preciado), y, al regresar a casa, decidió trabajar un rato más.
Sobre la mesa quedó su máquina de escribir, las gafas, una pipa encendida y las notas manuscritas de un ensayo. Hasta el último instante se mantuvo lúcida y alerta, fiel a sí misma: pensamiento en acción.
Mejora esto, guionista de Netflix. Su último gesto (dejar a medio escribir un ensayo titulado El juicio) parece hoy una despedida simbólica: la confirmación de que el pensamiento sólo encuentra sentido en el ejercicio vivo de discernir, de decidir, de actuar.
Hay todo un sector de la política de Estados Unidos, Canadá y Europa que se ha apropiado de la palabra progresista con el propósito evidente de calificar a sus opositores como enemigos del progreso y la justicia social. Sostienen que buscan "mejorar" el capitalismo mediante reformas y programas sociales, económicos y políticos que eliminen las injusticias dentro del sistema actual. Afirman que su objetivo es crear un mundo más equitativo y añaden que dan un paso adelante del liberalismo norteamericano y también del europeo.
¿Es así?
Este supuesto paso de avance es engañoso porque la tradición liberal, desde Locke hasta Mill y Rawls, es individualista, y enfatiza los derechos y libertades de las personas, su igualdad básica y su consentimiento a ser gobernados como condición previa para la legitimidad del gobierno. Pero estos neoliberales disfrazados de "progresistas" no abogan por la subsidiariedad democrática sino por una intervención cada vez mayor del Estado que va creando un sistema de poder centralizado que provea a la población de todas sus necesidades.
Su estrategia ha creado un nuevo concepto que está ganando cada vez más popularidad como "cultura woke" o "wokeísmo", mediante el cual se vuelven a disfrazar los medios que deben llevar a los mismos fines, y retomando el tema central marxista, simplemente reemplaza el choque por el estatus económico con la confrontación por motivos de raza, sexo, orientación sexual, etc., como claves para delimitar las clases oprimidas y opresoras. Donde el marxista tradicional se centra en el conflicto entre burgueses capitalistas y proletariado, el progresista habla en cambio de "supremacía blanca" contra personas de color, "patriarcado" contra mujeres, "heteronormatividad" contra LGBTQ+, etc. Pero el énfasis en la identidad de grupo, en lugar del individualismo y los derechos inalienables de las personas, se hereda del marxismo y marca una ruptura radical con el liberalismo auténtico.
En el siglo XX pasó de todo en materia de pérdida de vidas humanas por conflictos bélicos y pandemias, cálculos aproximados señalan en cuanto a conflictos bélicos a partir de las guerras mundiales, guerras coloniales y locales un aproximado de 200 millones de personas y por pandemias entre 65 y 125 millones de fallecidos.
Estas cantidades no incluyen los decesos por desastres naturales, accidentes, crímenes o inseguridad, resaltando a una centuria donde las guerras significaron el exterminio humano, a un nivel letal que pensamos no se repetirían en la humanidad y en ningún rincón del planeta.
Pues bien, ha transcurrido un cuarto de siglo XXI para que los hechos ratifiquen que la matanza continúa a pesar de existir la ONU, OEA, pactos de DDHH, El Estatuto de Roma creado por la Corte Penal Internacional (CPI), cuyo contenido define la tipificación de los crímenes internacionales más graves, incluyendo el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra y el crimen de agresión. En este escenario destaca por sus dimensiones la tragedia que viven dos países, uno situado en Europa en el caso de Ucrania y el otro situado a 10.000 km distancia en América del Sur en referencia a Venezuela. Los pueblos de ambos países al despuntar el presente siglo creyeron se extendería una nueva era, una época de prosperidad, de futuro para las nuevas generaciones, sin saber que serían víctimas el primero de una invasión criminal y el segundo de una cruenta dictadura.