Cuando visité por primera vez a España en el verano de 1977 el país todavía padecía de las secuelas de la dictadura franquista que perduró 4 décadas, bajo el imperio del terror y el miedo a la delación de cualquier vecino quien bajo el señalamiento de “este es anarquista, republicano o rojo”, le valía la sentencia de muerte o condenas sumarias en horribles cárceles.
La dictadura franquista (1936-1975) formó parte de la implantación del Fascismo en la Europa del siglo XX, a partir del inicio de la dictadura portuguesa en 1926, que derrocó a la Primera República, evolucionando en 1933 hacia el "Estado Novo", encabezado por Oliveira Salazar, cuyo régimen permaneció hasta 1974 con la revolución de los claveles, el tercer Reich alemán de Hitler (1933-1945 y la dictadura de Benito Mussolini, el Duce (1922-1943).
Hoy a 50 años de la muerte del dictador gallego un 20 de noviembre de 1975 se debate en la memoria histórica, las consecuencias de un régimen que condenó a la Madre Patria a vivir en el ostracismo y en las penumbras ideológicas del medioevo, bautizándose como “caudillo por la gracia de Dios” y prohibiendo hablar las lenguas locales el euskera, el catalán y toda expresión de autonomía regional.
Al irrumpir en las vascongadas como llamaba al país vasco o Euzkadi al triunfar en la batalla de Bilbao el 19 de junio de 1937, durante la Guerra Civil Española, su entrada marcó el final de la campaña en esa región, siendo un momento crucial que debilitó significativamente a la República, profiriendo la frase lapidaria “todo está atado y bien atado”
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Las victorias de los partidos socialcristianos en la Unión Europea, en Alemania y en Bolivia, recientemente, ponen a esos partidos en una interesante posición frente a la situación de los demás partidos a nivel internacional.

Muchos le darían en ese entonces, toda la razón a Platón. Sófocles estaba convencido de que no había mayor mal que la anarquía. Napoleón Bonaparte reconoció el despropósito de este vicio de la violencia, diciendo que la anarquía es el trampolín hacia el poder absoluto. Es más, Albert Einstein, paradigma científico del siglo XX, vio en la política un péndulo cuyas oscilaciones entre la anarquía y la tiranía están alimentadas por ilusiones que se reciclan. O sea, que la anarquía parece ser un mal social inescapable y para muchos ambiciosos ideólogos y políticos, es justificable.
Cargando una preocupación por la situación mundial que, aun ejecutando grandes esfuerzos para ocultarla y sea imposible conocerla, es de una gravedad que supera las más grandes hecatombes políticas, sociales, económicas que la humanidad haya enfrentado, decidimos hacer algo especial. Con los milagros de la creatividad y la inteligencia tecnológica, organizamos un gran Simposio con las mentes más grandes que han transitado por la historia, provocando esos parteaguas con los cuales la han cincelado a veces para bien y otras para mal.