La Revolución Cultural "Woke"

Gerardo Martínez-SolanasEstamos al borde de una guerra civil en Estados Unidos. No creo que sea armada pero sí en los tribunales y en los medios de prensa. Una nación profundamente dividida en la que cualquiera que piense distinto es un "enemigo". Lo estamos percibiendo en las elecciones que se avecinan en el país. No importa qué lado gane, el otro lado se mostrará amarga y tal vez violentamente infeliz. Las elecciones de noviembre este año 2024 serán impugnadas de varias maneras por el perdedor, cualquiera que sea. Es probable que sea una situación caótica y muy fea. Cierto que parece algo escandaloso de decir, pero ya lo estamos viendo en la campaña electoral y no podemos seguir ignorándolo con una actitud de indefensión.

Es evidente que los adversarios electorales azules y rojos abiertamente demuestran su desprecio por "el otro" y parecen incapaces de un discurso cortés, ni siquiera al nivel de los ciudadanos, sean amigos o no. Es una situación completamente única en la memoria de este país. Es un antagonismo mutuo que está empeorando exponencialmente sin perspectiva alguna de mejorar.

Estados Unidos está viviendo una revolución cultural para eliminar todo lo que es tradicional, instigada por una élite que se está moviendo tras bastidores. Es muy inquietante cuando recordamos la Revolución Cultural China, que consistió en deshacerse de las viejas costumbres, la vieja cultura, los viejos hábitos y las viejas ideas. Hoy se habla en Estados Unidos de un Gran Despertar de la América progresista (Great Awokening, en el inglés de los afroamericanos) para liberar al país de sus pecados fundacionales y, de paso, del sexo biológico, de la familia tradicional, de la cordial rivalidad que se resuelve con el debate y la transacción, y del libre mercado que, según los promotores de esta revolución, sólo beneficia a los potentados.

En otras palabras, deudora del marxismo, la ideología woke ha transformado la lucha de clases para instigar una verdadera lucha de identidades. La vida social queda así reducida a un conflicto permanente y el objetivo de esa lucha es la transformación de la cultura y de la sociedad. La Revolución Cultural Woke que se está desarrollando arrolladoramente hoy día es similar en muchos aspectos a la Revolución Cultural China, aunque quizás a mayor profundidad porque está reforzada por el intenso radicalismo que ha estado penetrando en las universidades desde los años 60 y que está promocionada por gobiernos progresistas y los medios dominantes de comunicación que los apadrinan.

En síntesis, lo "woke" es la antítesis de la cultura y la civilización actual. Es su deconstrucción, con la promesa de que sus adalides sabrán hacerlo mejor y que toda la aventura humana, la civilización occidental, la herencia grecolatina, los antecedentes del derecho romano, así como los 2000 años de cristiandad son absolutamente prescindibles.

Podemos conjeturar que, aunque algunas personas están reaccionando contra la Revolución Cultural Woke, puede que sea demasiado poco y demasiado tarde. 

Ya estamos sufriendo una guerra sicológica que ha llegado a polarizar el Poder Judicial en tendencias partidistas y estamos desmantelando nuestra sociedad por la falta de una filosofía ética bien definida y por el desprecio cada vez más generalizado por los principios morales. Esa y no otra es exactamente la forma en que se pierde una guerra, sea en los tribunales, en los medios de prensa o en una verdadera y sangrienta guerra civil. Y no se trata de una reacción natural de la ciudadanía en busca de un mundo mejor sino que se la ha convertido en masas que están haciendo el trabajo sucio y muy planificado de las élites del poder político y financiero. 

Esta gente no es del pueblo ni piensa como el pueblo, pero lo adormece con cantos de sirena para despertarlo enardecido y exigiendo "el cambio" y pisoteando la ley y el orden. Esta gente incluye a los altos mandos militares, a los dueños de los medios de comunicación más importantes, a los jefes de partidos políticos, a políticos prominentes enquistados en sus parcelas de poder, y a burócratas que ocupan puestos clave en la estructura del Estado.

La Revolución Cultural Woke tiene fines muy específicos que promueven fracturas muy puntuales contra el Estado, contra el derecho establecido, contra la familia como base de la sociedad y contra la cultura que hemos heredado de siglos de historia. Esas fracturas se abren al abismo al que nos está llevando una oligarquía muy cerrada y muy pequeña, por la que nadie votó y cuyos intereses nunca han sido discutidos a través de los mecanismos institucionales del país, pero que ha tomado el control directo de la nación. Una dictadura sostenida por burócratas, ensalzada por periodistas y disfrazada de "progresista".

¡Así estamos como estamos! Despierta América, porque "woke" no significa despertar sino sumirse en la pesadilla de la intolerancia en la lucha por el poder.

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