El otorgamiento del premio Nobel de la Paz a la líder venezolana ha desatado pasiones y divergencias a nivel global, continental y por supuesto en nuestro país. En algunos de ellos priva el prisma ideológico, en otros el silencio es atronador y por si fuera poco la posición mezquina de ignorar la gesta que enaltece, no solo el talante de la galardonada, también a la valentía del pueblo venezolano en su lucha por la democracia y la libertad a lo largo del siglo XXI.
En esa dirección destacamos la negativa reacción del dictador ruso Vladimir Putin, uno de los pocos aliados de Nicolás Maduro, en una rueda de prensa en Tayikistán, dijo el viernes 10/10 que “ha habido casos en los que el Comité ha otorgado el Premio Nobel de la Paz a personas que no han hecho nada por la paz”, “En mi opinión, estas decisiones han dañado enormemente el prestigio del premio”, horas después de que el Comité Noruego anunciara su decisión de galardonar a la dirigente opositora venezolana María Corina Machado. Así también el silencio del Presidente de España Pedro Sánchez denota la complicidad ideológica con un régimen que contradice la democracia reconstruida en ese país desde 1978 hasta el presente 2025.
En el contexto de América Latina se ha manifestado la estirpe del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, con los silencios de Lula, Arce y Boric, presidentes de Brasil, Bolivia y Chile, la postura mezquina de la presidenta Claudia Scheinbaum de México con su respuesta “sin comentarios” y las tradicionales poses “antimperialistas” de los innombrables dictadores de Cuba y Nicaragua. Tan solo una excepción perentoria la de Gustavo Petro presidente de Colombia quien reconoció el premio otorgado.
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