
Es cierto que el teatro es esa dimensión, a donde se va a reflexionar y a refrescar el alma. Como entretenimiento, aligera el peso de la vida. Arthur Miller aseguraba que “el teatro no puede desaparecer, porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma”. Es una oportunidad de revivir la vida y como al escritor, al actor, al director y al resto del ensemble, troupe o compañía, les es dado reinventarla una y mil veces.
El teatro requiere del libre albedrio de su audiencia, en la interpretación de la realidad o la ficción. En un teatro libre, las ideas no se fuerzan en el público durante la presentación de una obra. Es la manera de contar, dramatizando, un relato, un mito, una leyenda, la historia, del modo que lo hicieron Calderón o Schiller. Montar una pieza teatral es la aventura de la creatividad de un grupo de artistas que invitan y proporcionan a su público, la grata experiencia de soñar despiertos.
Teatro popular
El griego era un teatro que utilizaba el lenguaje y las costumbres para burlarse de los vicios humanos. Las obras de Esquilo y de Sófocles siguen vigentes porque nacen de la reflexión que sustenta el drama o la comedia. Antiguamente, las expresiones vivas de la memoria colectiva se manifestaban en las iglesias, los graneros y en las plazas públicas. El aspecto popular y participativo del teatro se remonta a la tradición medieval, con los teatros itinerantes, perenne en las ferias, carnavales y días festivos.
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