Es una pregunta que late al ritmo del corazón.
Es como una piedra en el zapato que no te deja avanzar.
Es una llamada permanente que me inquieta ante tanto sufrimiento que se vuelve incontenible.
Es la pregunta que se hacen los adultos mayores ante el hambre y el abandono, que se han convertido en sus compañeros de camino.
Es la misma que lacera a tantas madres que sufren en los hospitales sin contar con las condiciones básicas, sin medicamentos, sin alternativas, y muchas veces, recibiendo malos tratos.
Es la que nos seguimos haciendo aquellos que queremos una Cuba mejor, un presente digno y un futuro esperanzador en el que expresar nuestros deseos, sueños o expectativas no supongan ser apagados o condenados injustamente.
Es la interrogante que resuena cuando la injusticia sigue ganando terreno y el maltrato es evidente. Es la misma pregunta que lanzo a Dios cuando siento que no podemos más y que la impotencia va acechando con fuerza y sin medida.
Es la pregunta que, con mucho respeto, he expresado en otras ocasiones pensando en quienes dirigen el país, y que hoy, haciendo uso de mi capacidad de reflexión y de mi derecho a la libre expresión, vuelvo a hacerme: ¿Qué están haciendo por nuestro pueblo? ¿Qué están haciendo con nuestro pueblo?
Si les supera la realidad de este país, si no pueden ofrecer una vida digna a este pueblo, ¿qué hacen? ¿De qué manera les puedo decir que ha sido atroz lo cometido contra dos mujeres, Alina Bárbara y Jenny Pantoja, sin más poder que su entereza y el ejercicio de sus derechos?
¿Cómo se puede hacer entender a los agentes policiales que están llamados a proteger y no a golpear a nadie, absolutamente a nadie?
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