He estado pensando en algo que se llama “refuerzo intermitente”
Llevamos una existencia miserable. Desde que amanece, la vida del cubano es una carrera de obstáculos para solucionar lo básico, y una carrera envuelta en el malestar que provocan la escasez, la falta de medios, los precios disparados, el calor del que no puedes escapar y, por supuesto, la tensión perenne por los cortes de electricidad.
Nos quejamos: de las noches sin descanso, del sudor infame que empapa las camas de nuestros hijos, de los medicamentos que no llegan, de la falta de libertad… Pero seguimos aguantando, seguimos “luchando”, preguntándonos una y otra vez por qué permanecemos así si el sistema no funciona, sin darnos cuenta de que, de tanto en tanto, hay cosas que “funcionan”, y cuando eso sucede, nuestra esperanza se aferra a esos cambios puntuales, y dejamos que alimenten la ilusión de un cambio real.
Nos masacran a apagones, nos dejan sin electricidad toda la eterna y tórrida noche, y la tensión sube, y la gente se pone “rebelde”, pero de momento, los apagones “aflojan”, y la corriente viene más temprano, y nos deja un respiro para poder dormir y descansar… y la tensión se desvanece.
Falta el agua, y nos desesperamos, y de momento nuestras mujeres cierran las calles y la cosa se pone “en candela”, hasta que, de repente, se repone el agua, se soluciona la crisis, y todo se calma.
Y cuando hay un estallido incontrolable, cuando la olla a presión que es Cuba se desborda, aparece inmediatamente un escape, llámese Mariel, balseros o Nicaragua.
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