He estado pensando en los para qué de un desfile
Ha pasado el Primero de Mayo, y en todo el país se han hecho los desfiles y concentraciones tradicionales de ese día, actos que, oficialmente, son un merecido homenaje al mundo del trabajo, pero que, en realidad, tienen en Cuba un sentido totalmente diverso: son actos de reafirmación política, son actos de sumisión ciudadana, son un recuerdo de que nuestra libertad está comprada.
Por eso, en los días previos, se ha hecho firmar a muchos trabajadores su “compromiso” de asistir al desfile, bajo amenaza de penalización. Por eso se ha amenazado en las escuelas (al menos en Esmeralda) de que no ir al desfile podría incluso redundar en ser suspendidos en los exámenes. Por eso se han movilizado miles de autobuses para ir a recoger gente aquí y allá, sin límites para el uso del combustible.
En un momento social donde cada acción cuenta, hay mucha gente que ha sido capaz de hacer lo que podía hacer: se ha quedado en su casa y ha sido capaz de afrontar los miedos de vivir en libertad. Otros imagino que habrán participado porque tal vez todavía creen que defender este sistema vale la pena, a pesar del hambre, de los apagones interminables, de la vida miserable y sin horizonte que los ha recibido cuando han regresado a sus casas.
Otros muchos, sin embargo, han bajado la cabeza, y han preferido repetir el acto teatral de un aparente apoyo al sistema que detestan. Por eso, en realidad, ¿qué ha celebrado este pueblo, esa masa inmensa de gente que ha acudido al llamado del Primero de Mayo?
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