He estado pensando en los sucios mecanismos de la manipulación
No puedo evitar sentirme sumergido en eso que llamamos “sentimientos encontrados”. Por una parte, mi espíritu se alegra inmensamente por la excarcelación de parte de nuestros presos políticos, pero por otra, el verlos tratados burdamente como monedas de cambio a favor de la continuidad del mal hace que surja lo peor de mí.
Para empezar, el encarcelamiento por motivos políticos es una violación de la libertad personal de los individuos. De hecho, no debería haber presos políticos, pero usarlos como mercancía es no reconocer no sólo su derecho a la libertad de expresión sino su propia dignidad, su propio valor como personas.
Por otra parte, ¿qué pasará con los que no serán excarcelados? Si en realidad esto responde a “un gesto de buena voluntad”, ¿por qué no se hace lo mismo con todos?
Me pregunto además, ¿qué va a pasar con los que han salido? ¿Se les condicionará a irse del país, quieran o no?, ¿se les permitirá reincorporarse pacíficamente a la sociedad, o se les hará la vida imposible?
Y cuando haya más y más protestas, ¿qué pasará? ¿Es que la excarcelación de estas personas es, además de un chantaje, la desocupación de unas celdas que pronto serán rellenadas?
Porque este pueblo, antes o después, tendrá que salir a las calles, si no a pedir un cambio de sistema, al menos a reclamar otra vida.
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