Cuando la vida transcurre atormentada por la pobreza y la escasez, y el día se convierte en una carrera de obstáculos interminables, una sociedad necesita pensar. Cuando vivir en la verdad se vuelve peligroso y la justicia no tiene defensores, cuando en el horizonte no brilla la esperanza y emigrar es el camino hacia el futuro, una sociedad necesita pensar.
Porque si no piensa, ¿cómo va a encontrar las soluciones para salir de sus abismos?, ¿cómo va a cortar las cadenas que inmovilizan el curso de su historia? Es hora de pensar, esta es la hora para pensar.
Es la hora de que las autoridades máximas de este país piensen en cómo esta tierra se ha ido empobreciendo, y como la nada ha ido poblando el universo del cubano, la nada material y la nada política de un pueblo que ya no cree en el “proyecto revolucionario”, ni en el “hombre nuevo socialista”, en un pueblo que pide a gritos paz, libertad, democracia y prosperidad.
Es la hora de que los que conforman el aparato militar y el brazo ejecutivo del gobierno piensen en qué es lo que en realidad están defendiendo, que no son los ideales de su pueblo; que piensen y comprendan cómo también ellos son víctimas de lo que defienden: víctimas de las escaseces, víctimas del alejamiento de sus hijos emigrados, víctimas del miedo a que un desliz destruya todo lo que han construido.
Es la hora de que los funcionarios del aparato de justicia piensen en que su vocación es la defensa de la verdad y la justicia, y que cuando condenan a un inocente, pueden recibir aplausos desde el poder, pero no podrán evitar la voz reprobatoria de sus conciencias.
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