He estado pensando… (122)

Padre Alberto Reyes

                                He estado pensando en el cinismo

Una de las características fascinantes de la Historia es que, a su ritmo, va recolocándolo todo, dejando paso a la verdad, que puede ser lenta, pero que es imparable. 

El 26 de julio en Cuba es un hito histórico que va pasando, poco a poco, de ser la gran fiesta de un triunfo “revolucionario” a ser la expresión del más puro cinismo.

El cinismo es la conducta descarada de mentir o hacer cosas indebidas fingiendo ignorancia o desconocimiento.

El 26 de julio no fue otra cosa que una representación teatral a gran escala para dar relevancia a un hombre enfermo de poder al que no le importó sacrificar la vida inocente de jóvenes honestos pero idealistamente ingenuos. 

Atacar el Cuartel Moncada era un suicidio y, precisamente por eso, el mejor salto al estrellato frente a un pueblo hastiado de una dictadura y deseoso hasta los tuétanos de un cambio.

Y a ese suicidio envió Fidel Castro lo más puro de nuestros jóvenes.

 

¿Cómo puede nadie mínimamente conocedor de la ciudad de Santiago de Cuba perderse y no encontrar el camino al Cuartel Moncada, que no puede tener una localización más fácil y céntrica?

¿Cómo es posible que el líder que planea un ataque no sepa llegar a tiempo al sitio donde ha convocado a sus tropas, que llegaron sin ningún contratiempo?

 ¿Cómo nunca hubo un “Plan B”?

Esto es cinismo, aprovecharse del alma idealista de los jóvenes, planear con ellos un imposible, lanzarlos a una muerte heroica que pudiera a la misma vez encumbrar al líder y hacerlo sobrevivir, y luego,mentir descaradamente, creando una historia que nadie se ha creído nunca, pero que no nos atrevíamos a rebatir.

 Y desde ese 26 de julio a este, no ha habido sino una historia de cinismo.

 A lo largo de los años, cada 26 de julio se ha encumbrado y ensalzado esta fecha como la heroicidad de las heroicidades, como el “motor impulsor” de esta llamada “Revolución”, mientras, a lo largo de esos mismos años, se expandía sobre este pueblo, como una mancha imparable de aceite, el deterioro de lo material y de lo humano, la represión y la falta de libertad, la emigración incontenible, el desencanto de un pueblo que nunca, nunca, nunca luchó y entregó lo mejor de la vida de sus hijos por este infierno de miseria y esclavitud que hoy padecemos.

Y así, cada año, desde el 59 hasta hoy, los discursos grandilocuentes que intentan defender lo indefendible y buscan que este pueblo se enamore de un ideal muerto.

 “Resistir y vencer”, “hacer más con menos”, “confiar en el futuro luminoso del socialismo”… esforzarse por la Revolución, esforzarse, esforzarse, esforzarse… hasta morir, generación tras generación, como murieron aquellos jóvenes hipnotizados con un ideal imposible.

Sólo que, entre aquellos jóvenes y los nuestros, entre aquel pueblo y este, hay una semejanza y una diferencia.

Igual que ellos, estamos hastiados hasta los tuétanos de este barco a la deriva, y a diferencia de ellos, tenemos miedo, nos cuesta organizarnos, pero se nos han abierto los ojos, y ya no somos ingenuos, aunque nos sigan tratando como si lo fuésemos.

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