Este Departamento de Eficiencia Administrativa del Gobierno federal de Estados Unidos (DOGE por sus siglas en inglés), el cual no está al nivel del gabinete sino que ha sido establecido como un equipo de asesoría, funciona como una iniciativa de la Administración Trump para recortar el gasto federal, mejorar la eficiencia de las agencias gubernamentales y modernizar la tecnología federal. Su objetivo principal es identificar y eliminar gastos innecesarios, reducir la burocracia, y optimizar las operaciones gubernamentales, operando de la manera siguiente:
Identificación de áreas de derroche;
Recomendando recortes en esas áreas;
Colaborando con las agencias federales y con los miembros del gabinete para la implementación de las recomendaciones;
Monitoreando y evaluando los resultados de los recortes e identificando errores que puedan haberse cometido en su aplicación para recomendar su corrección; y,
Sugiriendo medidas para modernizar la tecnología federal en diversas agencias y secretarías.
Respecto a quién lo dirige, la prensa parcializada ha enfocado sus reiterados ataques en Elon Musk como responsable de muchos pecados cometidos por DOGE en el programa que supuestamente intenta reducir el abundante derroche de gasto federal.
Ahora no es el momento de convertir las inversiones bursátiles a dinero en efectivo porque se corre el riesgo de cargar con las pérdidas actuales y, además, perderse el próximo repunte.
La caída de la bolsa está ocasionando fuertes críticas y manifestaciones masivas que no se limitan a Estados Unidos, sino que se están produciendo simultáneamente en muchos otros países del mundo en contra de la reciente política arancelaria y de proteccionismo comercial. Los argumentos son contradictorios, porque unos alertan sobre una abrumadora inflación que será causada por los costos arancelarios, mientras que otros predicen una desastrosa recesión provocada por el aparente derrumbe de la bolsa de valores.
Lo cierto es que la inflación sólo se produce por un aumento sostenido de la demanda cuando no hay un aumento equiparable de la oferta. Estas medidas comerciales están muy lejos de producir un aumento de la demanda. En cuanto a la recesión, sólo se produciría como consecuencia del despilfarro descontrolado que tarde o temprano conduce al abismo de la suspensión de pagos y a un desastroso derrumbe de la economía en todos sus renglones. En este caso, hay que tomar duras medidas de ahorro presupuestario, como las que se están intentando ahora.
La bolsa de valores ha reaccionado de forma natural a una situación de inseguridad provocada por esas nuevas medidas comerciales. Esta es una política de choque que apunta en dos sentidos: 1) Arrastrar a la mesa de negociaciones a los que han abusado de la generosidad de Estados Unidos en una verdadera guerra comercial que ha sido unilateral por demasiadas décadas; y 2) Aumentar los ingresos procedentes del cobro de las tarifas para cumplir la promesa electoral de utilizar esos ingresos para reducir los impuestos federales a los ingresos personales y familiares.
Por otra parte, la bolsa NO es la economía sino una valoración, muchas veces especulativa, de los beneficios que al inversionista pueden rendirle las empresas. En momentos como este en que es difícil prevenir cuándo tocará fondo la baja sustancial y súbita de los mercados de valores provocada por la sacudida de las medidas arancelarias, lo que está sucediendo es una reacción de pánico exacerbada por los especuladores que fomentan la caída en una estrategia que consiste en operaciones a corto plazo mediante la venta de activos en forma masiva, incluso sin haberlos previamente comprado, con un límite de fecha de compra posterior cuando se venza el término del contrato a un precio mucho más bajo, logrando así notables ganancias cuanto más bajan los precios de las acciones durante esos días o semanas de incertidumbre. Sin embargo, los grandes inversionistas y los fondos mutualistas están jugando a largo plazo y NO venden sino que se plantan firmes a capear el temporal.
La mayoría de los votantes de Estados Unidos esperan de la administración Trump una transparencia mucho mayor que la de sus predecesores y sus lamentables manejos de la economía del país en el período 2020-2024. Pero se está comprobando que en muchos casos no es así, en particular en las disposiciones que están desatando una guerra comercial con algunos de sus más estrechos aliados, como es el caso de Canadá.
Aunque es cierto que Canadá ha impuesto tarifas a las importaciones de acero y aluminio de Estados Unidos desde hace algunos años; para ser más precisos, desde el 1º de julio de 2018 (bajo la anterior presidencia de Trump); en realidad fue en represalia por las tarifas que Estados Unidos les impuso en marzo de ese año con el pretexto de una necesidad de "seguridad nacional", bajo la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial. Por tanto, Canadá ripostó con un arancel del 25% sobre el acero estadounidense, del 10% sobre el aluminio y aranceles adicionales sobre otros productos procedentes de su vecino.
¿Y cuál es la verdad sobre el comercio de automóviles? Antes de 2025, Canadá no estaba imponiendo aranceles a las importaciones de automóviles estadounidenses. De hecho, las reglas comerciales bajo el T-MEC mantuvieron los aranceles automotrices fuera de la mesa siempre y cuando los autos cumplieran con los requisitos de origen correctos.
Es muy lamentable este enfrentamiento que perjudica a ambos socios comerciales y sólo nos queda esperar que la actual administración recapacite y sea más selectiva a la hora de castigar a los países responsables que sí han estado aprovechando la generosidad comercial de Estados Unidos para beneficiarse unilateralmente, como es principalmente el caso de China y, en menor medida, de India y de algunos países de Europa.
En 1949, los comunistas de China le arrebataron el poder a Chiang Kai-shek (en la foto) a sangre y fuego y establecieron un gobierno bajo la control absoluto del Partido Comunista Chino (PCCh). La política represiva que entonces iniciaron para lograr el dominio absoluto del país sigue aplicándose con la misma severidad 76 años más tarde. Entre los más perseguidos y oprimidos se encuentran una de las comunidades cristianas más grandes a nivel mundial, con más de 80 millones de fieles (casi la misma cantidad que los miembros del PCCh), y Falun Gong, una práctica espiritual pacífica fundamentada en los principios de verdad, compasión y tolerancia.
Entre tanto, desde 1952 proceden a un auténtico genocidio en cámara lenta en el Tíbet. Además, se están concentrando en el genocidio acelerado de los uigures y han procedido a una brutal represión en Hong Kong, violatoria de los acuerdos por los que el Reino Unido les traspasó el enclave.
La tragedia más reciente la estamos contemplando en la provincia de Xinjiang, en la región del noroeste de China. Poco después de tomar el mando, Xi Jinping, líder del PCCh y Presidente de China, intensificó la represión comunista de los uigures hasta transformarla en una campaña de genocidio. Además, instruyó a las autoridades locales a no mostrar "absolutamente ninguna piedad". Como parte de esta política represiva, el PCCh empezó a establecer campos de trabajo forzados para recluir a los supervivientes de las redadas y torturas. Según cálculos de algunas fuentes, la cantidad de reclusos en esos campos es de 2 millones, aunque algunas otras fuentes sostienen que podrían llegar a más de 3 millones.
Lamentablemente, Estados Unidos fomentó despreocupadamente el crecimiento de China, concediéndole en el año 2000 el rango permanente de nación más favorecida y facilitándole su ingreso a la Organización Mundial del Comercio al año siguiente.
There is no doubt that the United States has been experiencing for decades the problem of an overwhelming trade deficit with almost all countries in the world, especially with China. It is a disastrous reality that has been getting worse year after year and reveals the covert policy of those countries that have abused tariffs, subsidies, and low wages to make US goods less competitive. Eventually, they managed to dismantle entire industries whose entrepreneurs had gone bankrupt or fled to countries that unilaterally promoted their competitive advantages against this country.
Intending to partially remedy this problem, the tax reduction for many of these industries that was applied during the previous administration of President Trump, achieved the return of many of these producers to resume their activities in the United States. It was a successful measure that should continue to be promoted in the current administration.
On the contrary, the measure promised during the campaign and now in the process of being implemented, which would impose 10% tariffs on the import of all products from those countries that have enjoyed abusive trade advantages for so long, is a serious mistake that will not only foment a disastrous trade war but, far from alleviating the tax burden suffered by the inhabitants of this country, actually represents a deceptive 10% tax on both consumers of manufactured products and producers and entrepreneurs who import from those countries the raw materials essential for the production of their products.
President Trump has boasted that countries that abuse our indifferent trade policy will thus be paying a tax that can be subtracted from the tax burden on the inhabitants of the country. One wonders if any economist could have advised him to make such a blunder. If so, he is an impostor economist.