
Ahora no es el momento de convertir las inversiones bursátiles a dinero en efectivo porque se corre el riesgo de cargar con las pérdidas actuales y, además, perderse el próximo repunte.
La caída de la bolsa está ocasionando fuertes críticas y manifestaciones masivas que no se limitan a Estados Unidos, sino que se están produciendo simultáneamente en muchos otros países del mundo en contra de la reciente política arancelaria y de proteccionismo comercial. Los argumentos son contradictorios, porque unos alertan sobre una abrumadora inflación que será causada por los costos arancelarios, mientras que otros predicen una desastrosa recesión provocada por el aparente derrumbe de la bolsa de valores.
Lo cierto es que la inflación sólo se produce por un aumento sostenido de la demanda cuando no hay un aumento equiparable de la oferta. Estas medidas comerciales están muy lejos de producir un aumento de la demanda. En cuanto a la recesión, sólo se produciría como consecuencia del despilfarro descontrolado que tarde o temprano conduce al abismo de la suspensión de pagos y a un desastroso derrumbe de la economía en todos sus renglones. En este caso, hay que tomar duras medidas de ahorro presupuestario, como las que se están intentando ahora.
La bolsa de valores ha reaccionado de forma natural a una situación de inseguridad provocada por esas nuevas medidas comerciales. Esta es una política de choque que apunta en dos sentidos: 1) Arrastrar a la mesa de negociaciones a los que han abusado de la generosidad de Estados Unidos en una verdadera guerra comercial que ha sido unilateral por demasiadas décadas; y 2) Aumentar los ingresos procedentes del cobro de las tarifas para cumplir la promesa electoral de utilizar esos ingresos para reducir los impuestos federales a los ingresos personales y familiares.
Por otra parte, la bolsa NO es la economía sino una valoración, muchas veces especulativa, de los beneficios que al inversionista pueden rendirle las empresas. En momentos como este en que es difícil prevenir cuándo tocará fondo la baja sustancial y súbita de los mercados de valores provocada por la sacudida de las medidas arancelarias, lo que está sucediendo es una reacción de pánico exacerbada por los especuladores que fomentan la caída en una estrategia que consiste en operaciones a corto plazo mediante la venta de activos en forma masiva, incluso sin haberlos previamente comprado, con un límite de fecha de compra posterior cuando se venza el término del contrato a un precio mucho más bajo, logrando así notables ganancias cuanto más bajan los precios de las acciones durante esos días o semanas de incertidumbre. Sin embargo, los grandes inversionistas y los fondos mutualistas están jugando a largo plazo y NO venden sino que se plantan firmes a capear el temporal.
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