En 1949, los comunistas de China le arrebataron el poder a Chiang Kai-shek (en la foto) a sangre y fuego y establecieron un gobierno bajo la control absoluto del Partido Comunista Chino (PCCh). La política represiva que entonces iniciaron para lograr el dominio absoluto del país sigue aplicándose con la misma severidad 76 años más tarde. Entre los más perseguidos y oprimidos se encuentran una de las comunidades cristianas más grandes a nivel mundial, con más de 80 millones de fieles (casi la misma cantidad que los miembros del PCCh), y Falun Gong, una práctica espiritual pacífica fundamentada en los principios de verdad, compasión y tolerancia.
Entre tanto, desde 1952 proceden a un auténtico genocidio en cámara lenta en el Tíbet. Además, se están concentrando en el genocidio acelerado de los uigures y han procedido a una brutal represión en Hong Kong, violatoria de los acuerdos por los que el Reino Unido les traspasó el enclave.
La tragedia más reciente la estamos contemplando en la provincia de Xinjiang, en la región del noroeste de China. Poco después de tomar el mando, Xi Jinping, líder del PCCh y Presidente de China, intensificó la represión comunista de los uigures hasta transformarla en una campaña de genocidio. Además, instruyó a las autoridades locales a no mostrar "absolutamente ninguna piedad". Como parte de esta política represiva, el PCCh empezó a establecer campos de trabajo forzados para recluir a los supervivientes de las redadas y torturas. Según cálculos de algunas fuentes, la cantidad de reclusos en esos campos es de 2 millones, aunque algunas otras fuentes sostienen que podrían llegar a más de 3 millones.
Lamentablemente, Estados Unidos fomentó despreocupadamente el crecimiento de China, concediéndole en el año 2000 el rango permanente de nación más favorecida y facilitándole su ingreso a la Organización Mundial del Comercio al año siguiente.
Utilizando estos beneficios, las estrategias comerciales del régimen chino están recurriendo a subsidios, manipulación de precios y divisas y robo de tecnología extranjera. Estas tácticas han llevado a un imperialismo económico que ha perjudicado a países de todo el mundo, especialmente a Estados Unidos, causándole un enorme déficit comercial que alcanzó casi 300 mil millones de dólares en 2023 y que se extiende ya por más de 25 años consecutivos. Evidentemente, el estatus de nación más favorecida fue un colosal error de política exterior que provocó una guerra económica mundial que Estados Unidos está tratando de revertir ahora.
Todavía más preocupante es el hecho de que el régimen chino ha abrumado y atacado el complejo militar-industrial de EE.UU. utilizando influencia económica, sobornos, jakeos cibernéticos y espionaje al estilo antiguo con agentes introducidos en el país. Incluso se ha permitido a las organizaciones chinas adquirir academias militares de Estados Unidos, como la Academia Militar de Nueva York, el alma mater del presidente estadounidense Donald Trump.
Dentro de esta estrategia de penetración, las escuelas e instituciones educativas son otro objetivo programado por el PCCh. El régimen chino se ha asociado con el College Board para adoctrinar a los estudiantes de secundaria de EE.UU. que se preparan para el SAT (Scholastic Aptitude Test). Por si eso no bastara, una empresa china gastó 500 millones de dólares para comprar una red de escuelas privadas en California. En otro ejemplo, entre 2012 y 2020, una organización china ha enviado a un total de 1650 profesores chinos a participar en un programa de "profesores invitados" a EE.UU.
Por añadidura, los comunistas chinos conquistaron Hollywood desde 1997 atacando y logrando marginar al rastro del olvido a dos películas que eran críticas del genocidio chino y que apoyaban al Dalai Lama, "Siete años en el Tíbet" (Sony Pictures) y "Kundun" de Martin Scorsese (Disney). Los estudios de ambas películas sucumbieron a la intimidación del PCCh, y desde entonces el PCCh ha influido negativamente en los temas de Hollywood.
Todo esto es apenas un resumen superficial. La China comunista no debe ser vista como un competidor, sino como el imperio malvado que amenaza al mundo democrático en este siglo XXI. Es el dragón dispuesto a devorar a sus competidores.
No nos hagamos ilusiones, porque el peligro es inminente y es hora de despertar.