Su industria está paralizada, sus exportaciones se han desplomado a niveles sin precedentes desde la época de la URSS y su economía parece debatirse en una frustrante agonía que entorpece, además, la capacidad de reactivación de un poderío militar que adolece de mucho equipo anticuado o en mal estado.
Sencillamente, no hay país en todo el planeta, por muy poderoso que sea, que pueda depender de una autarquía que lo sostenga aislado del mundo. La economía rusa se ha desgarrado súbitamente del mercado mundial. Hoy, los superyates rusos están siendo incautados y uno quedó varado en un puerto noruego cuando se negaron a suministrarle combustible (foto). Bienes raíces y otros intereses e inversiones en el extranjero están siendo confiscados. El sistema SWIFT de transacciones financieras internacionales ya no está disponible para varios bancos rusos que manejan el sistema financiero, incluido el Banco central de Rusia. Las reservas de moneda rusa en Nueva York, Frankfurt y Londres han sido confiscadas a pesar de que esta medida siempre se consideró una “opción nuclear” que nunca se implementaría.
Aproximadamente 400 corporaciones internacionales han retirado sus operaciones de Rusia. Diversos bancos extranjeros han cesado sus operaciones en el país. Según un historiador de la Universidad de Europa Central, “estamos presenciando una desglobalización rápida y masiva sin precedentes en la historia y el total aislamiento de una gran economía”. En otras palabras, Rusia está cayendo abiertamente al abismo de la autarquía.
Por añadidura, está en marcha una “fuga de cerebros”, liderada por personas talentosas que prefieren la libertad en el mundo exterior a las nuevas normas reminiscentes de la era soviética. Incluso Anatoly Chubais, exjefe de gabinete de Boris Yeltsin y arquitecto de las reformas económicas postsoviéticas de Rusia, renunció a su puesto como enviado especial del Kremlin y abandonó el país debido a la invasión de Ucrania.
Como resultado, la mejor estimación disponible en este momento es que la economía rusa está en caída libre. En pocas semanas, Rusia, que había sido incluida como miembro del G-8, el grupo de las ocho economías industriales más grandes, ha quedado ahora excluida incluso del G-20, con lo cual ha dejado de pertenecer al primer mundo económico y financiero, y pronto podría entrar en una severa recesión y en una espiral descendente al subdesarrollo.
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