Enfrentamos en 2023 las consecuencias del irresponsable derroche económico que ha llegado a niveles sin precedentes en Estados Unidos, al superar la deuda pública la aterradora cifra de 33 billones (33 trillones en inglés) y al enfrentarse la población del país a una inflación que ya supera los dos dígitos a niveles que no se experimentaban desde la época del Presidente Carter. Siendo el U$dólar la principal divisa internacional, los desastrosos efectos de esta absurda política económica se extienden a otros países y a otros continentes, a los que se añade el desastre genocida de la invasión rusa de Ucrania y la consecuente desestabilización de toda Europa.
Evidentemente, muchos políticos, cegados por sus intereses creados y sólo preocupados por sus ambiciones electoralistas, desarrollan una irresponsable y derrochadora estrategia populista, echando por la borda los principios más básicos de la ciencia económica.
La ciencia económica no es tan moderna como algunos creen. ¿Sabían los lectores que en el siglo XVIII destacaron entre las filas cristianas muchas figuras que le dieron impulso a las teorías económicas "modernas"? Destacan el Abad Ferdinando Galiani, quien formuló ideas concretas sobre cómo la utilidad y la escasez determinan los precios; así como también el Abad Étienne Bonnot de Condillac, el Abad Robert Jacques Turgot y François Quesnay, además de otros diversos fisiócratas franceses calificados como fundadores de la ciencia económica, todos los cuales eran reconocidos seguidores de la escolástica. El término fisiocracia deriva del griego y quiere decir "gobierno de la naturaleza", porque estos eruditos afirmaban la existencia de una ley natural por la cual el sistema económico funcionaba sin necesidad de la intervención del gobierno y exigían que las leyes humanas estuvieran en armonía con las leyes de la naturaleza. La fisiocracia fue una reacción al pensamiento mercantilista del s.XVIII.
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