Un oportuno atisbo a la economía global en el bienio 2024-2025

El ritmo de crecimiento mundial se ha ralentizado desde principios de este siglo. Las estimaciones indican que, tras la COVID-19, el crecimiento del PIB en las economías avanzadas cayó de un promedio del 2% a principios de la década de 2000 a menos del 1,5% en 2023. Durante el mismo período, las economías emergentes y en desarrollo experimentaron una desaceleración significativamente más marcada del crecimiento del PIB, con una disminución del crecimiento del 6% a menos del 2%. Según el FMI, el mundo está entrando en un período de crecimiento históricamente bajo como consecuencia de no haber tomado las medidas adecuadas, con una tasa de crecimiento a cinco años que se ubicará en 2,8% para 2030, muy por debajo del promedio histórico de 3,8%. Uno de los obstáculos que deben abordarse para que el crecimiento vuelva a acelerarse es la preocupante reducción de un 27% de la productividad total de los factores (PTF)*, así como la disminución de la formación de capital y de la participación en la fuerza laboral.

No se espera en un futuro previsible que la expansión económica mundial alcance el nivel del 4% observado a principios de la década de 2000. Sin duda, la tecnología desempeñará un papel importante en el crecimiento económico a largo plazo, sobre todo en las economías de ingresos altos, pero no podrá ayudar a las economías de ingresos bajos ni revertir el crecimiento lento o incluso negativo de todos los demás sectores económicos.

Los niveles de la deuda, la polarización social y los factores políticos internos tendrán un fuerte impacto negativo en el crecimiento tanto de las economías de ingresos altos como de los de ingresos bajos. Además, los factores geopolíticos ocupan un lugar destacado en detrimento del crecimiento en todas las economías del mundo. Esto está en línea con las duras proyecciones del FMI de que las crecientes fracturas mundiales podrían conducir a pérdidas económicas equivalentes al 7% del PIB mundial.

Las perspectivas de crecimiento a largo plazo dependen de la capacidad de las autoridades para proporcionar los marcos necesarios para la actividad económica a largo plazo. Esto implica hacer uso de los ajustes estructurales adecuados y encontrar espacio fiscal para asignar recursos, de manera que se logre un equilibrio entre las necesidades esenciales y las políticas diseñadas para desbloquear el progreso a largo plazo.

Una estimación sugiere que si la mala asignación de capital y mano de obra se hubiera abordado en las últimas décadas, el crecimiento de la productividad podría haber sido hasta un 50% más alto que el actual. Del mismo modo, el Banco Mundial proyecta que, con las iniciativas de política adecuadas, las tendencias de crecimiento anémico aún pueden revertirse en esta década, incluso a pesar de los desafíos actuales.

En cuanto a las políticas que se consideran muy eficaces, tanto en las economías de ingresos altos como en las de ingresos bajos, destacan la innovación, la infraestructura, la educación (especialmente técnica) y la capacitación adecuada a las necesidades del mercado. Según una estimación, cada dólar gastado en políticas de innovación puede impulsar el crecimiento a largo plazo en 4.33 dólares. Un aumento del 0.5% en la proporción del gasto en investigación y desarrollo con respecto al PIB, también puede impulsar el crecimiento del PIB de una economía avanzada hasta un 2% más.

Las mejoras en la infraestructura, el acceso más fácil a la financiación, la flexibilidad del mercado laboral y la liberalización del comercio deberían ser los principales objetivos para impulsar el crecimiento, especialmente entre las economías de bajo ingreso, pero con augurios positivos para todos los que se apliquen a desarrollar estas políticas.
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* El PTF es la diferencia entre la tasa de crecimiento de la producción y la tasa ponderada de incremento de los factores (trabajo, capital, etc...).

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