He estado pensando en la construcción de un mito I
La destrucción galopante de nuestro país y el deterioro de la calidad de vida es algo que hoy nadie negaría, nadie que esté en su sano juicio y nadie que no esté ideologizado, porque la persona ideologizada sólo ve lo que ha decidido ver, aunque la realidad que lo circunde le grite lo contrario.
Sin embargo, todavía hay mucha gente que, aún reconociendo el derrumbe progresivo del país, afirman que “si Fidel estuviera vivo, esto no pasaría”. Para mucha gente, Fidel sigue siendo el salvador que no pudo completar su tarea, el hombre grande que lo entregó todo por el bienestar de su pueblo.
No puede negársele a Fidel su capacidad hipnótica, su oratoria brillante, su discurso apasionado, y también su gran discreción, su capacidad para mostrar al mundo lo que él quería que el mundo viera, mientras ocultaba cuidadosamente todo lo concerniente a su vida privada.
Sin embargo, ¿qué nos dice la historia?, ¿qué nos dicen los hechos?
En los tiempos de la Sierra Maestra, Fidel declaró rotundamente que él no era comunista ni partidario del comunismo, y mientras no tuvo el control total del país, afirmó que esta Revolución era “verde como las palmas”. Sin embargo, una vez que se afianzó en el poder, declaró “el carácter socialista de la Revolución”, porque lo decidió él, y punto. Y es bueno recordar que los cubanos de aquellos momentos luchaban por restaurar la democracia, no por implantar un sistema socialista. El comunismo se nos impuso, y se nos impuso a través de la manipulación y de la fuerza.
Fidel fue el responsable último de los fusilamientos hechos en la Sierra Maestra y en los primeros años de la Revolución, fusilamientos cuyo único objetivo era mandar un mensaje de terror a la población, porque mientras se fusilaba, el país estaba controlado por el Ejército Rebelde, y no había razón para dar muerte a nadie, por mucho que se opusieran al nuevo régimen.
Y cuando en los tiempos previos a la crisis de los Balseros, tres jóvenes intentaron secuestrar la lanchita de Regla para huir hacia los Estado Unidos, aunque no agredieron a nadie, Fidel decidió para ellos el paredón de fusilamiento, sólo porque había que dar un “castigo ejemplarizante”.
Fue Fidel el que intervino el sistema educativo, centralizó la enseñanza y eliminó toda alternativa escolar, impidiendo a los padres poder elegir la educación de sus hijos.
Fue Fidel quien promovió el desmembramiento de las familias con las becas, las escuelas en el campo, las “misiones” de todo tipo, que alejaron a los padres de los hijos, separaron a los esposos, y minaron la unidad y la estabilidad de las familias.
Fue Fidel el promotor de la implacable persecución religiosa que comenzó en los años 60 y que se mantiene hasta hoy, si bien bajo ropajes diferentes. Un obispo y muchos sacerdotes y religiosas expulsados del país, colegios e instalaciones confiscados, cristianos enviados al UMAP -que fue la versión cubana de los campos de concentración- sólo por su pertenencia a la Iglesia, la imposibilidad de que jóvenes cristianos accedieran a determinadas carreras y a puestos importantes de trabajo, los ruidosos “planes de la calle” organizados frente a las iglesias justo a la hora del culto, el acoso continuo a los creyentes, fueran adultos o niños, la repetición continua de que “ir a la Iglesia perjudica”, la cruzada contra los signos religiosos…
Y a la par de la ofensiva contra la Iglesia, la promoción a través de la educación de un ateísmo militante y la presentación de la Iglesia como el enemigo ideológico. Estos son hechos.
Nuestra historia bajo la mano de Fidel tiene también sus sombras.
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