He estado pensando en el por qué de nuestro aguante
Mucha gente se pregunta: “¿Por qué el cubano aguanta tanto?”, “¿por qué no acaba de lanzarse a las calles a reclamar su libertad?”
No es tan simple. Nuestro presente tiene a sus espaldas 66 años de un lento y sistemático proceso de destrucción del protagonismo de la sociedad civil.
¿Cómo era la sociedad cubana antes del 59? Era una sociedad que tenía conciencia de su derecho a intervenir en la marcha del país.
Así, por ejemplo, la Federación Estudiantil Universitaria de aquellos tiempos era capaz de protestar contra lo que consideraba injusto, y se sentía con derecho a plantar cara para hacer respetar los derechos de los estudiantes. Los sindicatos tenían claro que su papel era defender al trabajador de los abusos y las injusticias. La sociedad tenía asumido que era su derecho el voto libre y directo para elegir a sus dirigentes y, por eso, cuando Batista dio un golpe de Estado, la sociedad civil se puso en su contra. Era una sociedad que asumía como un derecho el organizarse en partidos de oposición, declarar una huelga o manifestarse pacíficamente como modo de protestar ante los atropellos del poder.
No podemos olvidar que lo que hoy llamamos “proceso revolucionario” empezó con el deslumbramiento fanático de este pueblo hacia la figura de Fidel Castro, que supo vender una imagen de libertador mesiánico e hipnotizó no sólo a este pueblo sino a muchos fuera de nuestras fronteras. Y aprovechando esa hipnosis, él y su grupo fueron desmontando paulatina y sistemáticamente los mecanismos que dan vida al protagonismo social del pueblo, esos mismos mecanismos que Fidel utilizó en su lucha y que tanto alabó, incluso mientras deshacía lo que iba quedando. Así, todo fue vaciándose de contenido real, dejando solamente nombres huecos al servicio del control sobre la sociedad.
¿Y qué tenemos hoy? La FEU es la que mantiene a raya a los estudiantes, los sindicatos ya no protegen al trabajador, las elecciones son una farsa teatral donde el pueblo vota pero no elige, la oposición está prohibida por la Constitución, la huelga es un pecado punible, y las manifestaciones pacíficas ya sabemos en qué terminan.
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