He estado pensando… (106)

                Padre Alberto ReyesHe estado pensando en la radiografía de una monja

De niño escuché muchas veces sobre el ambiente que reinaba en los últimos tiempos de Batista, y es como si esos tiempos hubieran regresado. En todas partes, vayas donde vayas, es lo mismo: el disgusto social, el rechazo al gobierno, el miedo a la represión, y sobre todo, el deseo inmenso, profundo, genuino, de un cambio radical, del fin de un sistema que se ha vuelto una pesadilla.

Pero, evidentemente, hay diferencias. Con Batista, el Problema, con mayúsculas, era la usurpación del poder, el disgusto por un dictador que se había adueñado del gobierno del país ignorando la voluntad popular. La lucha contra Batista tenía un objetivo: la recuperación de la democracia y de la libertad que esta ofrece. Fuera de ese campo, la vida no sólo era posible sino que, en muchos sitios, los problemas eran aquellos que traen el exceso de abundancia y la indiferencia hacia el pobre que esta provoca.

 Hoy no es así. Hemos regresado, sí, al mismo punto político: al rechazo a otra tiranía, a otra dictadura, con el mismo deseo de recuperar la democracia y la libertad que esta ofrece. Pero hoy hay más, mucho más. Sor Nadieska Almeida, Hija de la Caridad, ha publicado una de las mejores y más completas radiografías de la Cuba de hoy, de esa Cuba que se intenta esconder tras noticieros que se burlan de nuestra inteligencia, aparatosos viajes ministeriales o el humo de los habanos.

Sor Nadieska no pudo ser más exhaustiva y clara. ¿Qué nos quita la vida hoy, además de un sistema políticoSor Nadieska Almeida tiránico y dictatorial? El hambre generalizada, el sufrimiento de los presos políticos y de sus familias, la falta de electricidad, los enfermos sin medicamentos, la escasez de insumos médicos en los hospitales, la falta de agua, la penuria de los campos, la ausencia de libertad religiosa, la falta de combustible, los obreros sin protección, la obligatoriedad absurda del servicio militar, la inseguridad de los adultos mayores, los salarios miserables, la censura a los artistas, la imposibilidad de un entierro digno, los niños sin infancia, la inexistencia de tratamiento para pacientes con trastornos psiquiátricos, los jubilados sin recursos, los profesionales frustrados, la mentira y el juego continuo de promesas vacías, las burlas a la dignidad del pueblo, las leyes mordaza, las amenazas de cárcel y muerte.

Y yo me pregunto: es que los que controlan el poder en este país, ¿son ciegos, y no ven?, ¿son tontos, y ven, pero no entienden?, ¿o ven, entienden, pero han perdido la bondad que los hace humanos, han elegido el mal que hace creer, como a Caín, que no eres responsable de tu hermano?

En cualquiera de los casos, me uno al clamor de Sor Nadieska, a su “¡Basta ya!”, a nuestro “¡Basta ya!”, porque no hay derecho a aplastar hasta el infinito a todo un pueblo, y es hora, es ya la hora, de que esto termine de una vez.

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