La Política es convivir, no dividir

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Platon vs AristotelesLa palabra política tiene su origen en el término griego politeia, empleado fundamentalmente por Platón y Aristóteles y que deriva, a su vez, de la palabra polis que significa ciudad-Estado. Guarda relación, además, con los derechos de los ciudadanos y con la forma de gobierno.

Aristóteles también llamaba a la política como la encargada de los “asuntos de ciudades”. El concepto de política, por tanto, es bastante amplio. Sin embargo, confundir la Política, así escrita con mayúsculas, con lo político, con los políticos, tiene consecuencias directas en nuestras vidas y genera, sobre todo, un estado de opinión desfavorable.

Escuchamos, con relativa frecuencia, entre los distintos grupos etarios: “la política es algo sucio”. Es un criterio basado no en el concepto en sí mismo, sino en las deformaciones de la política que, desgraciadamente, es lo que llega al ciudadano en muchos lugares. Y juzgar por las deformaciones, no por la esencia, no solo distorsiona la realidad sino que genera una cultura de apatía y rechazo.

El amplio concepto de Política engloba todo aquello relativo a la actividad del cuerpo social, a su forma de organizarse, ya sea en sociedad civil como cuerpo armónico o en partidos políticos.

En la búsqueda de la cohesión social, que es el fin último de la Política, los métodos empleados siguen siendo lo más esencial en esa especie de arte que nos llega desde el pensamiento aristotélico. Entre ellos: diálogo en igualdad de condiciones; consenso de mínimos respetando las diferencias; toma de acuerdos que no respondan a intereses personales o de una facción; desarrollo y debate de ideas que pongan sobre la mesa la realidad, las necesidades y las perspectivas.

Sin embargo, desgraciadamente, en los sistemas totalitarios que pretenden controlar toda la vida de la persona humana, el analfabetismo ético, cívico y político es tal, que la capacidad para discernir lo bueno de lo malo, lo que edifica de lo que destruye, lo que es asunto de todos con el individualismo y la alienación exacerbada, se ve disminuida o anulada.

Tal es el caso de esa opinión de rechazo, cuasi generalizado, hacia la Política; mientras, por otro lado, no se habla de otra cosa (aunque con otros términos y por motivaciones diferentes).

La cuestión política, si no nos preparamos como ciudadanos responsables y si no entendemos esa responsabilidad como un deber y compromiso cívico, va siendo relegada a un plano que, sin saberlo, nos absorbe, porque en esa dejación de nuestras cuotas de poder ciudadano, nosotros mismos, damos cabida a las deformaciones. El rechazo hacia lo político es como la violencia: si lo dejamos entrar en nuestro hogar se convierte en el arma que desenvainamos ante cualquier situación. Y luego, como cualquier otro vicio, se alimenta, crece, se convierte en un estilo de vida. Somos capaces de entender la violencia quizá porque tiene que ver con lo físico; pero cuesta darnos cuenta de que cada vez que rechazamos al otro por una cuestión política, igualmente, estamos coartando su libertad, rechazando la pluralidad, volviéndonos dictadores a pequeña escala, la de las relaciones humanas.

Así vemos cómo algunas familias están divididas aquí y allá, por defender una idea acérrimamente sin ceder a escuchar la opinión del otro o convivir con la diferencia, buscando más lo que nos une que lo que nos separa. Así vemos cómo un voto, republicano o demócrata, en los Estados donde se respeta el derecho a la libre elección, separa para siempre y enemista.

Así vemos cómo familias dentro de la Isla atacan a sus propios miembros porque defienden una idea, porque pertenecen a una organización independiente o porque, sencillamente, ejercen el derecho ciudadano “de pensar y hablar sin hipocresía”.

Así vemos cómo se pierden amigos, porque el miedo les cunde y colocan por delante intereses personales a veces, mantenimiento en la zona de confort otras veces, y doble moral otras tantas, porque se quiere “quedar bien con Dios y con el diablo”.

Ante todas estas actitudes vale recordar que la política debe ser entendida como convivencia, pacífica y civilizada, y no como una constante fuente de división, crispación y confrontación.

Ante todos los que piensan que la política es solo asunto de los políticos, y sobre todo ante la actitud bastante difundida en el pueblo cubano (que ya casi nadie cree y casi todos nos damos cuenta de que es un escudo de protección) cuando se dice “a mí la política no me interesa”, “yo no me meto en política” o “esto no tiene nada que ver con política”, yo me pregunto, yo les hago la pregunta:

¿No es política la cuestión migratoria? Por mucho que al llegar a la otra orilla, sea donde sea, se excuse que las motivaciones han sido económicas, ¿a qué responden las políticas económicas sino a cuestiones políticas, de modelo económico-político, asuntos de gobierno?

Ese miedo introyectado, ese rechazo adquirido por el mal manejo de la política y el mal ejemplo de algunos políticos, no debe cegar nuestra visión, no debe convertirnos, incluso allende los mares, en ciudadanos ignorantes y sin compromiso con los destinos de la tierra donde vivimos.

¿No es política lo de ETECSA? Que el monopolio estatal de las comunicaciones en Cuba decrete unas medidas conocidas como “tarifazo”, elevando el precio de sus servicios ineficientes y desproporcionados; y que una gran masa de estudiantes universitarios se manifieste ante esas medidas, ¿cómo se llama? Descontento social, derecho a la manifestación libre recogido en la Constitución de la República de Cuba de 2019 en su artículo 56. Entonces, ese debate, esa búsqueda de consensos, esa expresión de los pueblos, esa demanda ciudadana y esa respuesta del gobierno ¿no es política? ¿No es asunto de ciudades?

¿No es política la educación ideologizada y controlada por el Estado? Cuando los padres se quejan de la baja calidad en el sistema de enseñanza, de los contenidos de los programas que parecen más doctrina que instrucción y formación en valores, del destino de las plazas para el cambio de enseñanza o a la hora de la ubicación laboral donde no se miden conocimientos sino actitudes políticas, ¿de qué estamos hablando si no de una decisión que responde a la política del país?

¿No es la política la que manipula y transversaliza la mayoría de los sectores de la vida social en Cuba? La crisis económica, la falta de reconocimiento de las organizaciones de la sociedad civil, el funcionamiento de los servicios “priorizados”, la ejecución del presupuesto del Estado, el tratamiento opresor al ciudadano que disiente y expresa su descontento, las materias impartidas en las aulas, los criterios de aceptación para un empleo estatal, todo ello y más pasa por un tamizado político que excluye, divide y limita el comportamiento del ciudadano responsable y comprometido con su entorno social.

¡Que cesen las divisiones por asuntos políticos! Que la archiconocida política no nos separe más, que no nos vuelva instrumentos, ni enemigos, entre nosotros mismos! La convocatoria está hecha, como decía Charles de Gaulle, primer ministro de Francia entre 1944 y 1946: “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”; por tanto, la política es responsabilidad de todos. También decía Eisenhower, presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961: “La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”.

Perdamos menos amigos, menos familiares y menos relaciones humanas, por causa de la Política. Y perdamos el miedo a ella para poder servir mejor a Cuba y convivir como hermanos.

Yoandi IzquierdoYoandi Izquierdo Toledo es
–Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.

–Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
–Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
–Doctor en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
–Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
     >>>Reside en la ciudad de Pinar del Río, Cuba.

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