Pensar en aranceles y tarifas en el comercio mundial del siglo XXI es un error de los gobiernos. Sobre todo, es creer posible una vuelta atrás en el tiempo, cuando las tendencias que empujan el comercio mundial de bienes y servicios van por otro camino, sin duda muy diferente.
Buena parte del comercio mundial desde la primera revolución industrial tuvo mucho que ver con lo que se entiende por el proceso de ensamblaje de piezas, en esencia, el diseño e ingeniería de herramientas e instrumentos necesarios para producir los componentes de los productos finales. El ensamblaje fue la tecnología fundamental desde el nacimiento de las primeras plantas fabriles a la orilla de los ríos en Inglaterra. Permitió que los productos manufacturados salieran de las máquinas y no de las manos de los artesanos tradicionales, como había ocurrido a lo largo de la historia en los siglos anteriores. Supuso que los procesos productivos se beneficiaran y se vieran estimulados por la adopción de tecnologías e innovaciones mecánicas, como la máquina de vapor. La historia desde entonces, nos es bien conocida.
Una vez que las máquinas se hicieron con el papel fundamental en la producción, las materias primas empezaron a viajar de los países en desarrollo a los industrializados, en tanto que las manufacturas producidas se extendían por todo el mundo a precios cada vez más competitivos como consecuencia de la producción masiva. Entonces, en algún momento de este proceso, los gobiernos apostaron por la fijación de los aranceles, tarifas e impuestos sobre el comercio mundial. En ocasiones con fines recaudatorios, en otras como respuesta a las presiones internas para evitar la competencia internacional de precios en descenso. Tanto en un caso como en otro, los perjudicados eran los consumidores finales que pagaban precios más elevados por los productos.
Todavía en la actualidad, las materias primas continúan viajando a las factorías en aquellos lugares del mundo en los que se producen los componentes. A su vez, estos componentes que poseen una naturaleza industrial manufacturera se envían a otros países donde se encuentran los ensambladores del producto final. Este proceso que ha llegado a nuestros días y que se encuentran bien asentado es un legado de la primera revolución industrial.
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