Tenemos que alejarnos de la idea
de unos Estados Unidos de Europa
La Unión Europea, y más en particular la Eurozona, no sabe lo que es. No es sólo una cuestión de nominalismo, sino sobre todo de significado del proyecto. Considerar aún esta Europa como una “federación de Estados-nación”, como lo expresó Jacques Delors años atrás, es claramente insuficiente como descripción y como desiderátum. Hoy tenemos que alejarnos de la idea de unos Estados Unidos de Europa, para pensar en la UE como una res publica, como una República, para volver a poner a los ciudadanos y a la sociedad civil en su centro, que han abandonado. Considerarla como República Europea significa poner la democracia como prioridad, especialmente en estos tiempos en que estamos vaciando la democracia nacional sin reemplazarla por una europea.
Los ciudadanos sienten que pueden elegir entre políticos, pero mucho menos entre políticas. O que, para marcar una diferencia real, necesitarían elegir entre políticas europeas. Pero eso no es posible, pues el sistema electoral es una suma de elecciones nacionales; incluso, en algunos aspectos, de elecciones nacionalistas. Que Europa no tenga un demos (pueblo) sino una colección de demoi (pueblos) no es el problema central. Un demos no es algo dado; se construye como resultado de procesos históricos y de políticas, de propósito. El problema es ver a Europa como una entidad formada exclusivamente por Estados —no ya Estados-nación sino Estados miembros— y no por ciudadanos, aunque los tratados digan que es ambas cosas a la vez.
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