Karl Marx caracterizó la religión como “el opio de los pueblos”. Pero una mejor descripción del efecto alucinógeno es el rechazo de los intelectualoides a reconocer los crímenes y fracasos del socialismo.
Los hechos son incuestionables. El libro negro del comunismo ofrece un estimado conservador de 100 millones de personas inocentes asesinadas por los socialistas marxistas en el siglo 20. Los autores investigaron la China del “Gran Timonel”, la Corea de Kim Il Sung, el Vietnam bajo “Tío Ho”, Cuba con Castro, Etiopía con Mengistu, Angola bajo Neto y Afganistán con Najibullah. También documentan crímenes contra la cultura nacional y universal, desde la destrucción por Stalin de cientos de iglesias en Moscú, o Ceausescu desmoliendo el corazón histórico de Bucarest, hasta la devastación en gran escala de la cultura china por los Guardias Rojos de Mao.
Todo para implementar teorías económicas de planificación centralizada que han demostrado ser muy inferiores a las capacidades de generación de riquezas de las economías de libre mercado y que llevan, según el título del libro de F. A. Hayek, al inevitable "Camino de servidumbre".
Además, a pesar de los horrorosos crímenes de la historia comunista, los intelectualoides continúan defendiendo en círculos académicos y sociales al socialismo marxista como la forma más moral de gobierno, y condenan al capitalismo como nefasto. Y no es que las atrocidades de la práctica comunista fueran la excepción de la regla o el resultado de alguna implementación errónea de la teoría socialista. Las monstruosidades son fundamentales en la moral marxista.
- Hits: 7402