El cientificismo se ha entronizado en el pensamiento universal hasta el punto de fomentar el relativismo moral, que se establece con el argumento de que los conceptos éticos son variables según las culturas y las épocas en que se desenvuelven, sencillamente porque no pueden ser empíricamente demostrados.
No cabe duda que el período de La Ilustración fue sumamente positivo para el avance de las ciencias y la tecnología al abrirle las puertas a la investigación y al libre debate en torno a los descubrimientos y pruebas empíricas. Al hablar de "La Ilustración" (Enlightment en inglés) nos referimos al movimiento cultural e intelectual que se desarrolló desde mediados del s.XVIII hasta principios del s.XIX, partiendo de Inglaterra, Francia y Alemania y culminando en la Revolución Francesa y otros acontecimientos que provocaron gradualmente el fin de las monarquías absolutistas europeas. Este resultado tangencial se produjo pese a que inicialmente provocara lo que se llamó "despotismo ilustrado", según el cual el pensamiento crítico y reformista de "La Ilustración" podía justificar las leyes que mantenían el absolutismo, valiéndose de la introducción de una serie de reformas y mejoras que, de hecho, pusieron fin al feudalismo, dieron una mayor autoridad a los jueces y crearon muchos centros educativos, pero mantuvieron los hilos del poder en manos del monarca.
Según lo describo en el libro de próxima publicación, titulado "La Huella del Cristianismo en la Historia", el cientificismo resultante de La Ilustración «postula que los únicos conocimientos válidos son los que se adquieren mediante las ciencias positivas, lo cual tiende a dar excesivo valor a las nociones científicas o pretendidamente científicas. Por tanto, sus críticos lo califican como una postura ideológica que pretende hacer pasar como conclusiones de la ciencia lo que serían en realidad nociones intelectuales propias de una determinada filosofía materialista. Por el contrario, sus promotores estiman que las ciencias formales y naturales presentan primacía sobre otros campos de la investigación tales como ciencias sociales o humanidades.»
En otras palabras, en la mentalidad contemporánea se está imponiendo agresivamente el dogma que postula que todos los problemas o preguntas pueden solucionarse con el método científico y que éste es una forma muy superior a cualquier otra de llegar al conocimiento.
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