En días pasados se presentó oficialmente la alianza estratégica entre los gobiernos ruso y cubano. Un think tank de la lejana nación asesorará las transformaciones económicas que Cuba hará para asumir el modelo ruso de economía de mercado con una autocracia hegemónica y excluyente. Es el cambio fraude.
Es de tal gravedad y extravagancia esta alianza que no debemos quedar inertes ante ella. Ratifico mi criterio de que Cuba no necesita copiar ningún modelo foráneo: ni el ruso, ni el chino, ni el vietnamita, ni cualquier otro. Existe, para colmo, el lamentable precedente de los fracasos y excentricidades de la época en que nos convertimos en satélites de la ahora extinta Unión Soviética y de la asimétrica integración a la Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).
Todos los cubanos sufrimos lo que pasa cuando se extingue la luz del Sol y los satélites quedan a oscuras vagando en busca de otros subsidios. El primer período especial fue la lección de miseria y fracaso que no deberíamos olvidar. Luego apareció la “ayuda” de Venezuela que al empobrecerse también, vuelve a dejarnos como mendicantes por el mundo. No pueden ser peores los aliados: Rusia, China, Irán, entre otros.
Ha sido tal la dependencia creada, la ineficiencia del modelo estatalista y centralizado de la empresa socialista, el endeudamiento crónico, la falta de liquidez, la inflación y la imposibilidad de generar riquezas por el bloqueo interno a la propiedad privada, a la libertad de empresa, a la acumulación de propiedades y de riquezas, que Cuba ha caído en una crisis terminal.
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