Democracia y mercados libres constituyen el entorno sociopolítico que nos permite transformar nuestras aspiraciones en logros. Y, para la mayoría, Estados Unidos es el lugar que personifica ambas cosas, democracia y mercados libres. Consecuentemente, Estados Unidos ha devenido una arquetípica “nación de inmigrantes”.
Entre 1820 y 1914, Estados Unidos experimentó la mayor inmigración en la historia mundial, cuando más de 30 millones de personas arribaron a nuestras costas. Hoy, la población de EEUU incluye casi 50 millones de personas nacidas afuera, de más de 140 países. Estados Unidos es el primer lugar como destino de migración, con el 19% de la inmigración mundial total.
Sin embargo, como explica la profesora Amy Chua en su último libro “Tribus Políticas”, Estados Unidos es una nación que trasciende la etnicidad y ha logrado extraordinario éxito asimilando personas de diversos orígenes. “La mayoría de los países europeos y del oriente asiático se originaron como, y continúan siendo, naciones étnicas. En esos países europeos y asiáticos la población está compuesta abrumadoramente de un grupo étnico particular, que típicamente otorga al país su nombre, su lenguaje nacional y cultura dominantes”. Por ejemplo, China, Alemania y Hungría son dominadas política, lingüística y culturalmente por etnias chinas, alemanas y húngaras. Nuestro instinto tribal es más que un instinto de pertenencia; es también un instinto para excluir.
En contraste, la identidad nacional de Estados Unidos no se define por la identidad de ninguno de los muchos grupos étnicos que forman la población de EEUU. La profesora Chua refiere acertadamente que Estados Unidos es una “tribu de tribus”, con ciudadanía igualmente abierta a cualquiera nacido en suelo americano, independientemente de su ancestro. En Estados Unidos se puede ser inmensamente patriota como méxico-americano, japonés-americano, cubano-americano o casos así. Sin embargo, en otros lugares del mundo, los inmigrantes no son asimilados igualmente; no hablamos de franco-mexicanos o franco-japoneses. En Estados Unidos, los inmigrantes devienen americanos en corto plazo.
La Catorceava Enmienda de la Constitución -que establece que cualquiera nacido en Estados Unidos es ciudadano americano- es una construcción legal extremadamente rara. La ciudadanía por nacimiento fue revolucionaria cuando se ratificó la Catorceava Enmienda en 1868, y permanece excepcional actualmente. Ningún país europeo o asiático garantiza ciudadanía por nacimiento, y la tendencia reciente ha sido abolirla, como hicieron Francia en 1993, Irlanda en 2005 y Nueva Zelanda en 2006.
Una conclusión preocupante del trabajo de la profesora Chua es que la rápida democratización que deseamos para el mundo no democrático pueda tener catastróficas consecuencias etno-centradas. La democracia tiene poderosas ramificaciones relativas a grupos étnicos. El odio grupal no se neutraliza con la democracia. De hecho, hemos visto en Afganistán, Irak y donde quiera, que aspiraciones democráticas pueden ser un catalizador que incita odio grupal.
En países donde la identidad nacional es débil, y las divisiones étnicas han sido suprimidas, la rápida democratización incita odios grupales. La experiencia muestra que “demagogos busca-votos encuentran la mejor manera de lograr apoyo popular no ofreciendo propuestas políticas racionales, sino apelando a identidad étnica, agitando quejas históricas y explotando miedos grupales y odios”. (Chua)
En Estados Unidos los más recientes flujos migratorios, a diferencia de las primeras oleadas, han venido de Asia y Latinoamérica, resultando en lo que los demógrafos llaman el “bronceado” de América. Y, por primera vez en la historia de EEUU, los blancos americanos (como se utiliza el término demográficamente) están por perder su estatus de mayoría del país. El Censo de EEUU predice que eso sucederá en 2044.
A pesar de eso, debemos continuar juiciosamente siendo una nación inclusiva que da la bienvenida, sin importar etnicidad u origen nacional, a quienes vienen para transformar aspiraciones en logros. Pero también, aquellos que están ansiosos por el masivo flujo de inmigrantes, deben poder expresar esa ansiedad sin ser catalogados injustamente como racistas.
Democracia y mercado libre son el sistema político y económico más justo y eficiente jamás desarrollado. Y son también los sistemas más respetuosos de nuestra libertad individual. Nuestra identidad nacional es fuerte y capaz de abrazar juntos a inmigrantes y nativos, como un solo pueblo americano.