¿Cómo es posible que los que hoy planifican la economía no tengan en cuenta la realidad?
Si en nombre de la Revolución un dirigente le dice que debe tirarse al vacío desde una gran altura, usted puede saltar o simular que va a dar el salto, lo que no puede hacer es mencionar la ley de la gravedad"
En febrero de 1970, mientras realizaba mi trabajo como periodista (todavía estudiante) para cubrir las incidencias de la zafra en el municipio de Florida, asistí a una importante reunión presidida por Armando Hart Dávalos, el miembro del Buró Político asignado para garantizar lo correspondiente a la provincia de Camagüey de la meta de producir 10 millones de toneladas de azúcar ese año.
El punto central de la reunión era examinar el cumplimiento de los compromisos de los diferentes sectores del municipio para completar el número de macheteros que debían integrar la brigada Jesús Suárez Gayol.
Uno a uno, los jefes locales comprometidos explicaron las causas de sus incumplimientos. El de la empresa láctea argumentó que si sacaba un hombre más de las vaquerías no sería posible satisfacer el suministro de leche a la población; el jefe del sector de comercio explicó que no se podía cerrar ni una tienda más; el de los talleres ferroviarios alegó que sin mecánicos los trenes no se podían mover, y el responsable de Forestales se justificó invocando la incapacidad de proteger los bosques con el poco personal de que disponía.
Armando Hart no se inmutó. Como si no hubiera prestado atención a los argumentos escuchados, dijo que él no estaba allí para oír excusas sino para transmitirles la noticia de que los compromisos iniciales habían sido insuficientes y que ahora había metas más elevadas. Luego de leer las nuevas cifras asignadas a cada sector sentenció: "Espero que ustedes sepan cumplir esta nueva tarea de la Revolución".
Uno a uno, cada jefe local prometió enviar más hombres a los cañaverales.
Yo, que todavía no había cumplido los 23 años, publiqué en un tabloide municipal nombrado Al Machete mi primer texto periodístico crítico, donde cuestionaba la honestidad de los funcionarios locales. "¿En qué momento estaban mintiendo: cuando dijeron que no podían cumplir la meta o cuando se comprometieron a cumplir otra más elevada?", me preguntaba entonces, todavía sin poner en duda la honestidad del dirigente nacional que creía haber quedado bien exigiendo un imposible.
Por ese flanco me atacó dos días después uno de aquellos jefecitos, al que le sigo guardando la promesa de mantenerlo en el anonimato. "Mire, joven", -me dijo mientras se quitaba el sombrero- "Si en nombre de la Revolución un dirigente le dice que debe tirarse al vacío desde una gran altura, usted puede saltar o simular que va a dar el salto, lo que no puede hacer es mencionar la ley de la gravedad". Hizo una pausa y remató: "¿O usted le va a decir que son estúpidos?".
Aquella inolvidable lección de sabiduría y de supervivencia –que no de honestidad– me vino a la mente al leer las justificaciones con las que se ha pretendido explicar, en el último pleno del Comité Central del Partido, las razones por las cuales las medidas tomadas por el Gobierno para enfrentar la crisis no han tenido el resultado esperado.
Como es sabido, en 1970 NO se produjeron los 10 millones de toneladas de azúcar. Seguramente lo sabía de antemano Armando Hart y lo suponía todo el que supiera algo de la zafra, pero nadie se atrevía a revelar la estupidez del propósito.
¿Cómo es posible que los que hoy planifican la economía no tengan en cuenta la realidad? ¿Cómo se puede hacer un plan para luego echarle al "bloqueo" la culpa de su incumplimiento? ¿Acaso supusieron los planificadores que se iban a levantar las medidas restrictivas impuestas por Estados Unidos, que no iba a haber corrupción administrativa, que no se producirían ciclones o accidentes?
¿¡Olvidaron la ley de la gravedad!?
[ Publicado originalmente en 14yMedio ]