'La imposibilidad de esa elite de mantenerse
ante su avanzado estado de descomposición,
permite asegurar que Cuba está abocada
a una salida violenta.'
La Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) en la sesión constitutiva de la X Legislatura, el pasado 19 de abril, designó a Miguel Díaz-Canel como presidente de Cuba por segunda vez y ratificó a la casi totalidad de los principales funcionarios del Estado y del Gobierno en sus cargos.
Lo ocurrido no fue sorpresa: es la conclusión de un proceso que la historia —herramienta imprescindible para entender e incidir en los fenómenos sociales— nos devela. El 16 de octubre de 1953, hace ya casi siete décadas, en el juicio seguido contra los asaltantes al cuartel Moncada, su líder, Fidel Castro, dijo: "nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres, y primero se hundirá la isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie".
La frase, de corte numantino, expresada mucho antes de que el caudillo asumiera el poder, encubría un propósito estrechamente relacionado con lo ocurrido en la última sesión de la ANPP este 19 de abril: la pretensión de decidir sobre la vida y la muerte de los demás sin tener que consultarles.
Para realizar esa intención en un país dotado de libertades y derechos refrendados constitucionalmente, se requería de una premisa: desmontar la infraestructura política, económica, cívica e institucional fraguada durante el medio siglo de República que precedió al asalto, y que el propio Fidel Castro mismo describió en el citado alegato de 1953: "Os voy a referir una historia. Había una vez una República. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades; presidente, congreso, tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El Gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya solo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos y en el pueblo palpitaba el entusiasmo".
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