Desde Cuba: Pluralidad e Inclusión o Relativismo Moral

Dagoberto ValdésLa falta de educación ética y cívica se manifiesta también en Cuba por una confusión que trae consecuencias negativas. En efecto, se confunden conceptos y realidades como pluralidad, pluralismo, inclusión, relativismo moral, se mezclan y se desfiguran en la teoría, en el discernimiento de lo que vale y no vale y, lo peor, en la práctica cotidiana.

La pluralidad de especies, etnias, culturas, opiniones políticas, expresiones religiosas, concepciones filosóficas, gustos estéticos, entre otros, constituye una evidencia de la realidad. El mundo es plural pero la esencia de la persona humana es única e inalienable. Por esa esencia, esa “imago Dei” (imagen de Dios) todos los seres humanos somos iguales en dignidad, en libertad, en derechos. Eso nos hace responsables unos de otros. Esta igualdad en esencia no quita la singularidad de cada persona y la diversidad de pensamientos, creencias, costumbres, sentimientos y acciones.

El pluralismo, sin embargo, es una actitud, un movimiento, una voluntad de promover, educar y proteger la pluralidad de la naturaleza y de las opciones libremente elegidas por cada persona (Cf. “Pluralismo y participación política”. Ponencia en la I Jornada Social Católica de Cuba. Memoria. 1991).

La inclusión es el derecho de todas las personas a la participación económica, social, cultural, eclesial y política, según sus talentos, méritos y capacidades, y según el interés y la vocación de cada cual. La exclusión y la discriminación son formas de violar la igualdad de oportunidades y son formas de desconocer o reprimir a personas o grupos.

El relativismo moral es una posición filosófica y una actitud ante la vida que niega la existencia de verdades absolutas y que todo es relativo y subjetivo porque está determinado por la historia, ideas preconcebidas y circunstancias. Esto no quiere decir que no haya que analizar el contexto histórico de cada idea, actitud o proyecto concreto. Eso exige una sana hermenéutica, la comprensión del texto en el contexto. Es preciso comprender los prejuicios que tenía el autor en su tiempo y los que tiene el lector en nuestro tiempo. Es considerar el carácter dialógico* de la persona humana en la búsqueda perenne de la verdad. Es significativo el nombre de la obra más conocida de uno de los padres de la hermenéutica (Cf. Gadamer, Verdad y método, 1960).

Según el profesor Luis Mariano de la Maza, “Gadamer recoge la doctrina agustiniana del verbo interior para explicar …de donde nace la necesidad de filosofar, dado que solo las palabras no pueden dar adecuada cuenta de todo lo que se dice… ellas siempre se quedan cortas y llaman a seguir buscando… y hacer filosofía. No filosofamos porque estemos en posesión de la verdad absoluta, sino precisamente porque ella nos falta” (De la Maza, L.M. “Fundamentos de la filosofía hermenéutica: Heidegger y Gadamer”. Revista Teología y Vida. Vol. XLVI, 2005, p. 122-138 Pontificia Universidad Católica de Chile).

Eso es lo apropiado como método y actitud dialógica, abierta, en la búsqueda de la verdad; sin embargo, el relativismo moral niega la verdad como realidad universal y absoluta, y también niega la existencia de valores y principios morales universales. No ve como válido un juicio moral sobre hechos, procesos o hitos de la historia humana. Todo es del color del cristal con que se mire.

No todo vale

He querido solo mencionar brevísimos rasgos conceptuales de la pluralidad, del pluralismo, de la inclusión y del relativismo moral, refrescando lo que el lector conoce en la teoría o en la vida práctica para que, distinguiendo sus contenidos, podamos comenzar a evitar las confusiones cuando vamos a discernir, valorar, decidir cómo pensar, cómo actuar, qué apoyar o qué denunciar. Lo podemos comprobar una vez más: creo que el analfabetismo ético y cívico es una de las deficiencias que más impactarán en la transición y en el desarrollo de una democracia de calidad en la Cuba del mañana que se nos echa encima.

Fruto más de esa falta de formación ciudadana que de la voluntad maquiavélica de pocos, en Cuba se han mezclado, confundido, esos cuatro conceptos, que se han cocinado no con la receta del típico ajiaco cubano donde se distinguen perfectamente las viandas y las carnes (cuando había) sino que se ha formado una “caldosa”, ese caldo aguado, confuso e irreconocible, típico de las últimas décadas de masificación y despersonalización en Cuba.

Mencionaré solo algunos ejemplos de esa confusión dañina: no todo vale.

- Cuando por pluralidad se considera aceptar y legitimar cualquier aberración de la esencia del ser humano provocada e impuesta por los medios de comunicación o por la manipulación de la educación que, en nombre de una supuesta pluralidad, trastorna la escala de valores que la familia y la propia persona adulta han elegido. Se confunde diversidad natural con variantes inducidas por ideologías, sistemas políticos, intereses deshumanizantes.

- Cuando en nombre del pluralismo se realizan campañas de todo tipo para buscar legitimar cualquier actitud, ideología o acción, aunque estas vayan contra la naturaleza humana o la despersonalice para instrumentalizarla a favor de proyectos que no dignifican a la persona humana. Se confunde el pluralismo con la “normalización” de todo.

- Cuando en nombre de la inclusión se desea legitimar cualquier sistema, proyecto o grupo, sin discernimiento ni ponderaciones éticas, acerca de si sus fines y sus métodos humanizan y cohesionan la convivencia social o, por el contrario, van contra la naturaleza humana, empobrece, divide o enfrenta a diversos sectores de la sociedad. Se confunde inclusión con caos, anarquía o connivencia social.

- Cuando todo lo anterior se confunde, se promueve el relativismo moral que es el “cáncer” de la sociedad contemporánea. El relativismo moral acusa de dogmatismo o de actitud decadente y extemporánea a toda persona, proyecto, comunidad eclesial, grupo de la sociedad civil que eduque en valores y virtudes, que promueva unos principios, que busque y difunda la parte de verdad que cree haber encontrado, que cree que “la verdad nos hará libres”. Tolerancia no es complicidad. No es borrar las fronteras entre el bien y el mal. Y el bien y el mal se pueden distinguir con una medida: el respeto y la promoción de la dignidad de la persona humana.

El relativismo moral es el escudo del que considera la verdad como un ataque personal. Es el apagón de quienes les molesta o les descubre la luz. El relativismo moral es la justificación del “vale todo” disfrazado de post modernidad. El relativismo moral es la mayor pobreza personal y social de la actualidad. Hace pobre al ser humano porque le ayuda a llamar bien al mal y mal al bien. Quiero recordar este pensamiento del Papa Benedicto XVI:

Si por un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo y el relativismo ético llegaran a cancelar los principios fundamentales de la ley moral natural, el mismo ordenamiento democrático quedaría radicalmente herido en sus fundamentos” (Discurso de Su Santidad Benedicto XVI en La Sesión Plenaria de la Comisión Teológica Internacional. 5 de octubre de 2007).

La propuesta de esta columna es precisamente que ayudemos a identificar estas confusiones; que eduquemos en distinguir estos conceptos; que nos ejercitemos en el discernimiento ético de nuestras formas de pensar, creer y actuar primero y que contribuyamos a la educación ética y cívica de los cubanos. Todo esto con los métodos legítimos. El fin no justifica los métodos.

Así podremos construir el futuro de Cuba reconociendo la auténtica diversidad del mundo, promoviendo un sano pluralismo, ejerciendo responsablemente la inclusión y curándonos y sanando a Cuba de esa degeneración que debemos identificar como relativismo moral.
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* dialógico, ca. 1. adj. cult. Perteneciente o relativo al diálogo. 2. adj. cult. Que presenta forma dialogada. 3. adj. cult. Que contempla o que propicia la posibilidad de discusión. 

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