La falta de educación ética y cívica se manifiesta también en Cuba por una confusión que trae consecuencias negativas. En efecto, se confunden conceptos y realidades como pluralidad, pluralismo, inclusión, relativismo moral, se mezclan y se desfiguran en la teoría, en el discernimiento de lo que vale y no vale y, lo peor, en la práctica cotidiana.
La pluralidad de especies, etnias, culturas, opiniones políticas, expresiones religiosas, concepciones filosóficas, gustos estéticos, entre otros, constituye una evidencia de la realidad. El mundo es plural pero la esencia de la persona humana es única e inalienable. Por esa esencia, esa “imago Dei” (imagen de Dios) todos los seres humanos somos iguales en dignidad, en libertad, en derechos. Eso nos hace responsables unos de otros. Esta igualdad en esencia no quita la singularidad de cada persona y la diversidad de pensamientos, creencias, costumbres, sentimientos y acciones.
El pluralismo, sin embargo, es una actitud, un movimiento, una voluntad de promover, educar y proteger la pluralidad de la naturaleza y de las opciones libremente elegidas por cada persona (Cf. “Pluralismo y participación política”. Ponencia en la I Jornada Social Católica de Cuba. Memoria. 1991).
La inclusión es el derecho de todas las personas a la participación económica, social, cultural, eclesial y política, según sus talentos, méritos y capacidades, y según el interés y la vocación de cada cual. La exclusión y la discriminación son formas de violar la igualdad de oportunidades y son formas de desconocer o reprimir a personas o grupos.
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