El objetivo de Israel de cambiar el régimen en Gaza, no debería ser sólo una declaración de guerra sino también una oportunidad para la paz.
Si los actores políticos actúan sabiamente, podría abrirse una oportunidad para establecer una paz definitiva entre israelíes, palestinos y el mundo árabe en general.
Hamás instaló un régimen totalitario y opresivo en Gaza. Se centró en una guerra externa contra Israel en vez de ejercer buen gobierno, construir infraestructura y promover el bienestar económico de la población.
Por esta razón, es crucial separar al pueblo de Gaza del gobierno de Hamás. Tal separación sería no sólo un mecanismo para proteger civiles, sino también una forma de aprovechar la brecha entre Hamás y el pueblo de Gaza para lograr estabilidad y, con suerte, paz.
Los habitantes de Gaza no tienen motivos para amar a Hamás. A algunos incluso también les interesaría ayudar a los israelíes, directa o indirectamente, a deshacerse de Hamás. Por lo tanto, la operación militar de Israel debe ser quirúrgica, centrada únicamente en el liderazgo de Hamás, Yihad Islámica, las Resistencias Populares y sus infraestructuras.
Pero a la vez esta guerra debería tener una visión de futuro.
¿Qué sucedería después de que termine la guerra, suponiendo que Israel logre derrocar a Hamás?
Aquí es importante extraer algunas lecciones de la experiencia de Estados Unidos en Irak.
Después de echar del poder al régimen de Hamás, Israel debe iniciar el proceso de retirada de Gaza y posibilitar un proceso de transición política.
Esto lleva a una tercera pregunta: ¿A quién?
Una posibilidad natural es que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se haga cargo del gobierno en Gaza. Dado que es poco probable que el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, viva mucho tiempo, este es el momento de presionar a Abbas para que nombre a alguien como Salam Fayad, un ex primer ministro que hizo más que nadie para construir una estructura estatal y una base económica que tuviera a la población palestina en mente.
Si tal arreglo funciona, la cooperación en materia de seguridad que ha existido entre Israel y la Autoridad Palestina durante décadas en Cisjordania podría replicarse en Gaza.
Recordemos que, sin esa cooperación en materia de seguridad, la Autoridad Palestina no habría sobrevivido en Cisjordania. Asimismo, Israel habría sido más vulnerable de lo que es ahora. La experiencia relativamente exitosa de esta colaboración podría ser clave para acuerdos futuros.
La segunda posibilidad es transferir autoridad a las Naciones Unidas, quienes deberían ejercerían funciones de gobierno mientras prepararían el terreno para las elecciones. En este caso se debe prohibir la candidatura de Hamás. Debería haber un proceso exhaustivo de “des hamasificación”. Lo mismo debería aplicarse si la Autoridad Palestina recupera el poder en Gaza.
No es seguro si la opción de la ONU funcionaría. La ONU es conocida por no ser demasiado eficaz. Asimismo, la UNRWA, que se ocupaba de los refugiados palestinos, resultó ser una organización corrupta, repleta de funcionarios hostiles a Israel.
Por otro lado, los israelíes deberían centrarse en resolver la cuestión palestina. La normalización con el mundo árabe, particularmente con Arabia Saudita, sin resolver la cuestión palestina era problemática antes del 7 de octubre y más aún lo es después.
Israel debería desmantelar la coalición de derecha que actualmente gobierna, construir un consenso político con los partidos centristas y acordar una solución política que sea viable no sólo para Gaza sino para la Cisjordania también.
Es fundamental detener la expansión de los asentamientos y las nuevas construcciones. Asimismo, es esencial permitir que los árabes palestinos construyan en la Zona C de la Cisjordania -actualmente bajo pleno control israelí- sin demasiadas barreras burocráticas ni ningún otro obstáculo.
Hamás ha sido un impedimento crítico para el progreso del proceso de paz. Socavó el proceso de paz iniciado en Oslo desde el principio mediante la ejecución de mortíferos ataques terroristas. En la Segunda Intifada, incluso grupos asociados con el gobernante Fatah se unieron a la violencia de Hamás.
Finalmente, Hamás expulsó violentamente a Fatah de Gaza, convirtiendo la franja en una enorme plataforma de lanzamiento de misiles a expensas del bienestar de sus civiles.
Una vez que Hamas sea completamente derrotado, y si Israel considera que es seguro renovar el proceso de paz, debería considerar hacer concesiones a los palestinos como lo hizo en el pasado.
Por su parte, los dirigentes palestinos deben detener la venenosa propaganda antisemita contra Israel, llevada a cabo por una Autoridad Palestina cada vez más débil, insegura y aterrorizada por Hamás.
La Autoridad Palestina debería reeducar a su población exponiendo los beneficios de la paz con Israel. Los dirigentes palestinos nunca hicieron eso. Asimismo, la ANP debería eliminar el antisemitismo de su mensaje y cualquier otra expresión de animosidad hacia Israel. Eso podría cambiar el ambiente que rodea las negociaciones y ayudar a generar confianza entre las partes.
Del mismo modo, los dirigentes palestinos deben renunciar a exigencias irrazonables como el "derecho al retorno" de los refugiados palestinos de 1948 y sus descendientes y aceptar y educar a su pueblo para que acepte la idea de un Estado palestino limitado a Cisjordania y Gaza.
También es necesario poner a prueba a la Autoridad Palestina si puede ejercer un control total de los territorios palestinos.
La ANP debe reforzar su legitimidad. Los palestinos perciben a la Autoridad Palestina como corrupta y opresiva. Es fundamental eliminar la corrupción, mejorar la gobernanza y lograr la recuperación económica en beneficio del pueblo. Arabia Saudita y el resto de los países del Golfo Pérsico deberían ayudar financieramente a levantar económicamente a los palestinos. Esto significa que la ANP no tiene más remedio que actuar de manera diferente. Tal vez una buena idea sería, como ha sugerido el estudioso Charles Dunn, nombrar un organismo internacional, supervisado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o cualquier otra institución que sea capaz de asegurar el buen uso de la ayuda externa.
Del mismo modo, es necesario normalizar la vida de los palestinos. Urge desmantelar los campos de refugiados y preparar el terreno para que los palestinos se conviertan en verdaderos ciudadanos comenzando el proceso de transición de una sociedad en estado de revolución permanente a una sociedad civil.
Todo esto presenta un desafío considerable. La cooperación entre israelíes y palestinos todavía es posible.