Un portal de la WEB dedicado a la promoción y venta de cigarros puros (tabacos) fabricados en Cuba y de gran demanda mundial por la calidad tradicional del producto, sorprende porque acepta Bitcoins como forma de pago.
Es sabido que los productos cubanos no pueden comprarse con dólares y los cigarros, humidores, etc., se ofrecen desde Cuba como producto de exportación en €uros, que es la divisa preferida mundialmente después del dólar. Pero este portal señala que "bitcoin accepted here" y ¡con un 10% de descuento!
La sorpresa es aún mayor porque en CoinMill.com hay una tasa de conversión de Bitcoins (BTC) en Pesos Cubanos (CUP), pese a que la moneda cubana no tiene valor alguno en ninguna parte del mundo y no es convertible en ningún país.
En el momento de escribir estas líneas, 6,313 Pesos Cubanos eran convertibles por 10 Bitcoins. Para mayor sorpresa, para adquirir 10 Bitcoins con dólares de los Estados Unidos, se requieren 6,311 unidades de esta divisa, lo cual prácticamente equipara el Peso Cubano al Dólar estadounidense. Algo verdaderamente absurdo. Pero esto significa que si el consumidor compra Bitcoins con dólares, puede entonces comprar tabacos puros cubanos con Bitcoins a la misma tasa de cambio. En otras palabras, el gobierno cubano recibe Bitcoins en la transacción que después puede utilizar para comprar productos con paridad equivalente a Dólares en terceros países ¡Un negocio redondo! El Peso Cubano que no es convertible en ningún país del mundo, mágicamente puede comprar productos mediante esta doble transacción a precios equivalentes en dólares.
Nota: Billones en español corresponden a trillones en inglés y mil millones en español son un billón en inglés.
El espectáculo populista que estamos presenciando entre Republicanos y Demócratas en Estados Unidos es una pugna irracional que divide y polariza al país, que ahora parece guiado por caudillos prepotentes que desafían a sus adversarios políticos como si fueran enemigos irreconciliables. Presenciamos con asombro una interminable campaña política en la que no se observa esfuerzo alguno de colaboración sino el turbio propósito de demonizar al contrario y calificarlo de culpable de todos los males que sufre el país .
Aunque el problema consiste en el "cierre" del gobierno federal en ausencia de un presupuesto aprobado y que este sólo afecta las obligaciones internas de gobierno y el funcionamiento de la maquinaria administrativa, la situación está repercutiendo a nivel internacional por la incertidumbre que provoca en los mercados de valores.
No debe asombrarnos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) esté nervioso ante estos acontecimientos. Un portavoz del FMI señalaba el jueves 26 de septiembre que era indispensable resolver con rapidez los debates en el Congreso por el presupuesto, pero subrayaba su preocupación por el próximo round de este pugilato cuando suene la campana el 17 de octubre y estalle la pugna por el aumento del límite de la deuda nacional y la necesidad imperiosa de equilibrar el presupuesto.
Ese portavoz admitía entonces que el FMI no cuenta con datos suficientes para pronosticar cómo podría impactar en la economía global la no aprobación de los proyectos de ley que se debatían en el Congreso. Y es natural que no puedan calcular ese impacto porque este dependerá del factor psicológico en la reacción de los mercados. Ese factor cobra importancia por la incertidumbre e inquietud que esta pugna está provocando en anticipación de lo que puede suceder más tarde este mismo mes. Se cuestionan con mucha razón qué sucederá bajo el sello de esta intransigente polarización cuando deban enfrentar dentro de pocos días el abrumador problema subyacente de la deuda pública de los Estados Unidos, que este mes llegará a más de 17 billones (300 mil millones más que el “techo” establecido a comienzos del año), y del otro problema igualmente perturbador de la cuantiosa deuda externa, que pronto alcanzará los 6 billones, es decir, el doble de lo adeudado hace cinco años.
El martes 20 de agosto apareció la noticia en la prensa española de que "los cubanos se preparan ante el esperado fin de la doble moneda" y hablan de una posible devaluación del CUC, una moneda convertible fantasma creada por el régimen en 1994 para reemplazar al dólar estadounidense en las transacciones comerciales dentro del país.
Como Cuba sostiene una economía dolarizada sin una moneda cotizable en los mercados cambiarios internacionales, el propósito original del CUC fue borrar la tasa desfavorable que oscilaba entre 20 y 30 pesos por dólar en el mercado paralelo interno (el peso cubano no vale nada en el exterior) y mostrar al mundo una moneda fuerte, cuyo valor tasaron originalmente a un pequeño porcentaje por encima del dólar estadounidense. A su vez, para el consumo internacional, el gobierno cubano equiparaba al CUC y al peso a 1:1 para los informes recopilados por organismos internacionales sobre el Producto Interno Bruto, el ingreso per cápita, etc.
Por eso los cubanos podían ver con asombro que Cuba figuraba con un ingreso per cápita muy superior a la realidad en esos cuadros estadísticos comparativos, pese a que los salarios en pesos se convertían a CUCs a una tasa de 24:1, lo cual significaba que el salario promedio de los cubanos era el más bajo del continente, incluyendo a Haití, y uno de los más bajos del mundo.
El gobierno cubano ha jugado con la moneda por más de medio siglo desde que Ernesto Guevara, a cargo entonces del Banco Nacional, destruyó el valor del peso cubano y recalcó su impertinencia firmando los billetes con el apodo de "Che". El "Che" Guevara soñaba con la disparatada noción de una sociedad sin dinero donde cada quien produjera según su capacidad y consumiera según sus necesidades. La moneda cubana desde entonces no ha sido más que un instrumento de control para el régimen cubano.
El CUC también tuvo el propósito de recaudar dólares a una tasa favorable, por la cual el gobierno cubano se quedaba con un porcentaje arbitrario.
"Letonia no devaluó su moneda ni se dejó tentar con las promesas de crecimiento de una política populista de mayor derroche. Letonia logró credibilidad para impulsar un crecimiento de sólidas bases económicas"
El "milagro económico" islandés se asemeja al de la Argentina en estos tumultuosos años de crisis económica, porque se equipara a alguien que vive muy bien del crédito por muchos años y no paga lo que debe, pero tiene la suerte, como el Avivato de las tiras cómicas argentinas, de encontrar nuevos "amigos" que le sigan brindando crédito. Vive bien, no ha cumplido con sus obligaciones y sigue recibiendo préstamos.
No obstante, el milagro islandés oculta un trasfondo de grave inestabilidad económica. Pocos hablan de que la Corona islandesa ha perdido desde 2008 el 80% de su valor frente al €uro, pese a las dificultades que la moneda europea está enfrentando también. Además, las infusiones de nuevos préstamos y la falta de pago de préstamos antiguos ha provocado un 41% de inflación durante los últimos 4 años, más o menos al nivel de los países al borde de la quiebra en Europa, como España y Grecia, obligando al gobierno islandés a aumentar las tasas de interés cinco veces desde agosto de 2011. A su vez, el volumen de ahorros es el más bajo de su historia reciente, el poder adquisitivo se redujo más de un 20% y los valores de las propiedades se han derrumbado y no muestran señales de lograr un auge futuro.
Todo esto pese a que se negaron a aceptar las responsabilidades contraídas con sus acreedores y a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) los "premió", sin embargo, con nuevos fondos de estímulo grandemente acrecentados por la generosidad de sus otros hermanos nórdicos, que acudieron con miles de millones de €uros y Coronas al rescate. No cabe duda de que si cualquier país puede renegar de la mayor parte de sus deudas (como también lo hizo Argentina), devaluar grandemente su moneda, mantener el nivel de gastos e imponer controles al capital, le será fácil mostrar cifras positivas de crecimiento económico mientras sale del abismo empujado por los demás.
El argumento por el que se intenta justificar la política islandesa, desconociendo sus obligaciones financieras, se basa en que los inversionistas extranjeros apostaron a inversiones de alto riesgo y deben pagar su irresponsabilidad, y en que el Estado no debe hacer un rescate o salvataje de la banca privada con dinero público (como se hizo en EEUU), a lo cual se opusieron los ciudadanos islandeses en referendo. Pero la realidad fue que la deuda de esos bancos se basó en préstamos hipotecarios (la gran mayoría nacionales) que los deudores no pagaron. A la mayoría de los inversionistas extranjeros les vendieron derivativos que se basaban en el valor de las garantías colaterales a esos préstamos y en el nivel de interés de las hipotecas. Gracias a estas inversiones, los bancos podían prestar casi sin "equity" y los compradores se convertían irresponsablemente en propietarios de bienes que no podrían pagar.
El resultado fue que mientras que la mayoría de los deudores morosos pudieron conservar sus casas, los inversionistas extranjeros que hicieron posible que las compraran prácticamente sin inversión inicial no recibieron compensación alguna o apenas unos centavos (o céntimos) por cada €uro invertido.
Uno de los principales males de la sociedad contemporánea ha sido provocado por una tendencia minimalista hacia el trabajo y las obligaciones personales. Si bien es encomiable que con el progreso se busque lograr mejores resultados con el mínimo esfuerzo, esta tendencia que hoy embota a la sociedad es aberrante porque consiste en hacer el mínimo esfuerzo posible sin aspirar a resultados mejores sino a salir del paso dando la apariencia del cumplimiento de las obligaciones o del deber sin la más mínima intención de dar lo mejor de sí.
EnFilosofías demoledoras de la sociedad de hoy planteaba: « "¿Qué es lo mínimo que puedo hacer?". Y podríamos añadir "¿cómo puedo hacer lo que me da la gana con un mínimo de responsabilidad?". Es la intención de tratar de conseguir la máxima recompensa haciendo el mínimo esfuerzo. Lo vemos todos los días en el trabajo, en la oficina, en las relaciones personales, en cada uno de los aspectos de la vida cotidiana.»
Una encuesta realizada en Francia entre adultos de menos de 30 años en 2004 indicó que más del 70% preferiría trabajar como empleados del Estado. En otras palabras, que no querían nada más que un trabajo de escritorio y una pensión. La innovación y el emprendimiento pueden ser aventuras económicas naturales y jugosas para los jóvenes enérgicos y educados, pero ha sucedido que una cultura de gremio dio paso a una mentalidad de bunker y en la Europa actual tales aventuras no parecen ser debidamente alentadas por la sociedad ni, mucho menos, por los políticos, sino que se predica la ley del menor esfuerzo. En Alemania, por ejemplo, los empresarios se ven gravados con onerosos cargos impositivos por el capital de riesgo que invierten en cualquier empresa innovadora [Lea también "El riesgo indispensable para la riqueza y el progreso"] supuestamente para beneficiar el régimen de bienestar.
Lo importante en esta sociedad decadente no es hacer un esfuerzo por realizar el mejor trabajo posible y así ganarse honestamente el sustento, sino encontrar el trabajo que brinde los mejores beneficios con el menor número de horas posibles de labor y que, además, el empleo no dependa tanto del mérito ni de los esfuerzos realizados sino de que el trabajador esté protegido (en algunas partes prácticamente blindado) mientras mantenga un nivel de mediocridad "suficiente". Esta realidad no toma en cuenta que todo trabajo honrado tiene un alto grado de dignidad cuando el trabajador cumple su tarea con el máximo esfuerzo para lograr la más alta calidad y perfección de su labor. Lo mismo que sea un barrendero o un político, un abogado o un científico. Sólo con esa dignidad acumulada a su mérito tiene todo el derecho de exigir que el empleador le recompense de manera justa y le reconozca los beneficios indispensables para su buen vivir.