Desde hace algún tiempo se viene propagando la idea de un, así llamado, "Capitalismo inclusivo", que promueva los ideales de la justicia social y el bien común. Entre las más prominentes organizaciones impulsoras de esas ideas destaca el Council for Inclusive Capitalism, que se describe a sí mismo como «un movimiento de líderes mundiales del sector público y empresarial que están trabajando para construir un sistema económico más inclusivo, sostenible y confiable que aborde las necesidades de nuestros pueblos y del planeta.» (“a movement of the world’s business and public sector leaders who are working to build a more inclusive, sustainable, and trusted economic system that addresses the needs of our people and the planet.”).
Notablemente, este movimiento se ha constituido como una organización global sin fines de lucro creada bajo el auspicio del Vaticano con la orientación moral del Papa Francisco: “Nuestra misión es aprovechar el potencial del sector privado para construir una base económica más inclusiva, sostenible y confiable para el mundo. El Consejo está liderado por un grupo de base de directores ejecutivos y líderes públicos conocidos como los Guardianes del Capitalismo Inclusivo, quienes se reúnen anualmente en el Vaticano”.
La fundadora del Consejo y socia directiva de esta organización es Lynn Forester de Rothschild, quien ha destacado que, si bien el capitalismo ha generado «una enorme prosperidad en el mundo», también ha dejado a «muchas personas atrás» lo que ha llevado a la «degradación» del planeta y, por tanto, no se confía «ampliamente en la sociedad». Además, ha declarado: «Este Consejo seguirá la recomendación del Papa Francisco de escuchar ‘el llanto de la tierra y el llanto de los pobres’ y responder a las demandas de la sociedad por modelos de crecimiento más equitativos y sostenibles». Por otra parte, el Consejo ostenta una larga lista de "Guardianes" dedicados a «usar su imaginación, influencia y recursos combinados para cambiar el capitalismo para siempre» en colaboración con el Papa Francisco. Estos son:
- Ajay Banga, president and CEO, Mastercard
- Oliver Bäte, chairman of the board of management, Allianz SE
- Marc Benioff, chair, CEO, and founder, Salesforce
- Edward Breen, executive chairman, Dupont
- Lady Lynn Forester de Rothschild, founder and managing partner, Inclusive Capital Partners
- Kenneth Frazier, chairman of the board and CEO, Merck
- Alex Gorsky, chairman of the board and CEO, Johnson & Johnson
- Alfred Kelly, chairman and CEO, Visa
- William Lauder, executive chairman, Estée Lauder
- Bernard Looney, CEO, BP
- Brian Moynihan, chairman of the board and CEO, Bank of America
- Ronald P. O’Hanley, president and CEO, State Street Corporation
- Rajiv Shah, president, the Rockefeller Foundation
Además, entre las organizaciones patrocinadoras de este Consejo/Movimiento se encuentran algunas empresas gigantescas, como Bank of America, BP, Dupont, Estée Lauder, Ford Foundation, Johnson & Johnson, Mastercard, Merk, Rockefeller Foundation, Visa, etc., sin contar organismos estatales o internacionales, como la International Trade Union Confederation o la Office of the California State Treasurer, entre otras.
Es importante subrayar que Marc Benioff, tercero en el listado anterior de "Guardianes" y el principal impulsor de la idea, es una persona señalada como la personificación de las posiciones anticatólicas del socialismo y de su ala "progresista". Además, según sus propias palabras, el capitalismo inclusivo «sirve a las causas de la igualdad y la diversidad humanas y aprecia la ecología del planeta, además de generar ganancias para los accionistas.»
Como ocurre con todos los espejismos elaborados por los "progresistas" y "modernistas", esta no es realmente una declaración o descripción coherente sino que adolece de una serie de objetivos ambiguos. Estas son frases que despiertan entusiasmo y dibujan un futuro esperanzador de justicia social, pero que por sí solas no son más que cuentos de camino. Por tanto, hay que definir la "igualdad" que se pretende lograr y cómo, la "diversidad" se desea promover y cuál es su propósito, y cómo llegar a un equilibrio ecológico que sea sustentable y justo. Para ello establecen una serie de "Compromisos" con las personas y con el planeta, y cada empresa se compromete a promoverlos con la cordial supervisión y consejo de los "Guardianes", proporcionando a las personas "dignidad e igualdad", "salud y bienestar" y "capacitación para el futuro". En cuanto al planeta, los compromisos son con la "Contaminación de la atmósfera", el "Suministro de agua potable", la "Disponibilidad de recursos", así como la solución de problemas tales como "La contaminación del agua en ríos y mares", el "Cambio Climático" y la "Pérdida de espacios naturales".
Todas estas son preocupaciones a las que la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ha brindado soluciones basadas en principios cristianos, pero aplicables a las sociedades, indistintamente de cuál sea su entorno religioso o secular. Por tanto, podemos suponer que el Papa Francisco tiene muy buenas intenciones y propósitos en su relación con este Consejo/Movimiento, pero también puede que esté encandilado por los cantos de sirena de quienes sólo quieren defender sus intereses creados y promover sus ambiciones particulares. Efectivamente, ¿acaso debemos creer con absoluta ingenuidad que un grupo de las élites más ricas y poderosas del mundo de alguna manera va a encabezar una iniciativa basada en la diversidad, la igualdad y la ecología, para que de alguna forma elimine las desigualdades injustas y favorezca con ganancias y beneficios tangibles a la población en general? Dado su historial, ¿es razonable creer que son ellos los "mesías modernos" que impulsarán el comienzo de la paz, la unidad y la igualdad?; ¿es lógico aceptar sus promesas de un nuevo Edén que se edifique sobre la devastación provocada por el COVID, en una nueva era que debe hacer surgir a la sociedad como un ave fénix, gracias al control estatal auspiciado por la gestión de los grandes intereses creados?
De hecho, "los accionistas" no son la población en general, sino esta misma élite global, cuyos líderes y sus grupos y empresas seguramente se proponen manejar y controlar el financiamiento de estas iniciativas ... No es difícil imaginar que seguramente quieran obtener pingües ganancias de su inversión, ya sea en dólares y centavos, o mediante una mayor influencia política y acceso preferencial a recursos, tal vez con cierto grado de control político y con la consolidación de un programa oligopólico. Los verdaderos "accionistas" de esta iniciativa son los globalistas que ahora gozan por este medio del prestigio consecuente al respaldo del Vaticano, para blanquear sus ambiciones con una capa de "generosidad" y bondadosa preocupación por la “justicia social”.
A esto le están llamando ahora "El Gran Reinicio", que según el World Economic Forum (WEF) se basa en que «la pandemia representa una oportunidad, inusual y reducida para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero.» En otras palabras, el "nuevo orden mundial" que promueve el socialismo. En un artículo titulado "¿Qué es el capitalismo inclusivo y por qué importa?" el WEF afirma que: «La tecnología que impulsa la Cuarta Revolución Industrial da a las empresas una influencia cada vez mayor en la forma en que vivimos, trabajamos y funcionamos como sociedad.»
El Socialismo sabe manejar muy bien las palabras para darles un significado sesgado. Y la palabra "inclusivo" es la más reciente en su manipulación semántica. Además, se esmera en adueñarse de frases y conceptos como “justicia social” y “bien común” para darles un significado que se adapte a esa ideología. Para el Socialismo tales objetivos son una función del Estado todopoderoso, supuestamente a nombre del pueblo soberano. Por el contrario, para la DSI es función de cada persona en su formación y transformación como un “hombre nuevo” más generoso, más solidario, más tolerante y con un sentimiento primordial de amor al prójimo, producto de una educación basada en valores éticos y en el respeto y defensa de los derechos humanos internacionalmente reconocidos. El Socialismo también ha osado apoderarse de la frase “hombre nuevo”, como lo describiera el Ché Guevara: «un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social». Pero, además, según él, el "hombre nuevo" es una especie de arcilla maleable con la que el Estado puede modelar la utópica colectividad socialista.
Por su parte, la DSI se basa en más de una docena de encíclicas papales, la primera claramente motivada por el auge del marxismo a finales del siglo XIX, las cuales se han escrito exclusivamente orientadas a los temas sociales y del medio ambiente. Fuera de las encíclicas, otras acciones merecen atención, como las del arzobispo Fulton Sheen, quien vivió tanto la Gran Depresión como la Segunda Guerra Mundial, lo que lo motivó a predicar intensamente en los años 50 y 60 sobre la dignidad del trabajo humano.
En su famoso libro Capitalismo, socialismo y democracia, el gran economista austríaco Joseph Schumpeter formuló una predicción que al cabo resultó ser una de las más equivocadas en la historia de las ciencias sociales: en la pugna sostenida por los dos grandes sistemas económicos del siglo XX, el capitalismo y el socialismo, era inevitable una victoria total de este último. Schumpeter daba en esto la razón a los marxistas, pese a su declarado rechazo del socialismo. Con la caída del muro de Berlín se impuso la tesis contraria, la del fin de la historia, ocaso pronosticado por Francis Fukuyama, quien afirmaba que la conjunción definitiva de capitalismo y democracia se proyectaba hacia el futuro por los siglos de los siglos. Una tesis que ahora muchos de sus antiguos partidarios ven como completamente ingenua o trivial.
Ahora surge esta otra como una nueva tesis definitiva en la que destaca notablemente el hecho de que el "capitalismo inclusivo" esté siendo promocionado y defendido por los mismos líderes que nos han llevado al capitalismo excluyente y depredador. Podría interpretarse como si el capitalismo que impera en la actualidad buscara su redención, pretendiera escribir para el mundo una nueva narrativa, en la cual un "capitalismo inclusivo" y utópico pretende sustraer de los actores de la actividad económica la soberanía material sobre sus vidas. En otras palabras, es otra forma de promover un cacareado "nuevo orden mundial", en el cual los destinos de la humanidad sean manejados a nivel internacional por un conglomerado de poderosas empresas oligopólicas.
Debemos recordar que el capitalismo no es una ideología contrapuesta al socialismo sino un sistema económico basado en la iniciativa privada en un ambiente democrático que promueva la libre empresa y la libertad de comercio y que dependiendo de cómo se aplique, según la ideología que influya en los programas políticos, pueda llegar a ser un motor del desarrollo y del bienestar económico para la población en general. Dentro de estos parámetros en el ámbito político, lo que la DSI pretende es frenar los abusos y promover la solidaridad, dejando al Estado la función de mantener el orden, castigar la delincuencia e intervenir cuando se promuevan engañosos manejos especulativos o se den casos de corrupción administrativa. Pablo VI, en su Octogesima Adveniens, tras rechazar el marxismo, declaró: «Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social».
Por tanto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, define el capitalismo positivo y el negativo con notable claridad en un breve párrafo: «Si por “capitalismo” se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios productivos, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta es ciertamente positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de “economía de empresa”, “economía de mercado” o simplemente de “economía libre”. Pero si por “capitalismo” se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa» (335).
El verdadero “capitalismo inclusivo” sería entonces formulado dentro de los parámetros de la Economía Social de Mercado, un sistema que no se ve reflejado en las prácticas de las empresas relacionadas con la iniciativa del Council for Inclusive Capitalism. «La economía social de mercado es un orden de competencia. La política en la economía social de mercado es política de ordenamiento, abre a las empresas espacios de libertad que fomentan el rendimiento y crea una amplia oferta de bienes y servicios para la población. Posibilita a cada persona involucrarse con responsabilidad propia en el mercado. Presupone un Estado capaz de actuar, que garantiza las condiciones de competencia. Forman parte de ellas la libertad profesional y contractual, la protección ante barreras de mercado y la protección ante el abuso de poder por empresas que dominan el mercado y facilita la transparencia del mercado.En la economía social de mercado la protección de la propiedad privada es la condición para que ésta sea útil para el bien común de las personas y así corresponder a su función social.»1
En otras palabras, como lo aclara el Dr. Horacio Espino Bárzaga: «La tarea del Estado ordoliberal 2 es, por tanto, la producción de un marco jurídico institucional regulador –framework– que permita desarrollar el principio de la competencia económica como mecanismo funcional a la ‘construcción y sostenibilidad’ de un proyecto de sociedad productivista e ‘inclusiva’, que incorpore el más amplio acceso de la masa de consumidores, tanto al mercado como a la información económica relevante, a partir de la definición de normas jurídicas que garanticen la mayor transparencia en el funcionamiento de los agentes económicos y la aplicación de las reglas de la catalaxia 3 al mecanismo de juego de precios del mercado. En esencia, el Estado ordoliberal que asume la ‘economía social de mercado’ como fórmula de transición, sería un Estado económico cataláctico, pero con fines generales constructivamente ordenados».4
Cuando se produjo la crisis financiera en 2008, el Profesor Edward Freeman planteó que había sido causada por un "capitalismo manipulado por los accionistas"; es decir, por una aberración especulativa en la que las empresas centran todos sus esfuerzos en maximizar el precio de las acciones a corto plazo por cualquier medio posible, omitiendo por completo una de las características esenciales del capitalismo: el reconocimiento de los derechos individuales que permitan la libre empresa y el libre comercio en un orden competitivo.
Esa práctica especulativa dista de ser el mejor método para que las empresas maximicen las ganancias de sus accionistas y comercien libremente con los demás actores del sistema económico; ese capitalismo centrado en las jugadas de la Bolsa de Valores no es el mejor sistema social capaz de favorecer a todos: accionistas y consumidores. Tampoco lo es el socialismo, convertido ahora en un capitalismo “inclusivo”, pero regido por el Estado en contubernio con los grandes intereses creados. Por eso, recordemos la muy breve y esclarecedora definición de Ayn Rand, según la cual el capitalismo legítimo es "un sistema social basado en el reconocimiento de los derechos individuales, incluidos los derechos de propiedad, en el que toda la propiedad es de propiedad privada". Aquí caben la justicia social y el bien común como resultado del respeto y la aplicación de esos derechos y libertades, en un sistema jurídico donde el Estado es garante y no administrador.
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1 El programa de bases programáticas, Convención nacional de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), Konrad Adenauer Stiftung editor, Hannover, 3–4 de diciembre de 2007, p.3
2 El ordoliberalismo es una escuela de pensamiento económico originada en la Universidad de Friburgo, Alemania. Nacida durante la década de 1930, establece un orden jurídico de libertades en el ámbito de la economía para evitar tanto los monopolios y los carteles como para poner límites al proceder del Estado o Gobierno.
3 La catalaxia es una teoría praxeológica (es decir, dentro del axioma fundamental de que los individuos realizan acciones conscientes hacia objetivos elegidos) que postula la manera en la que un mercado libre fija los precios y los intercambios en un mecanismo de orden espontáneo, que normalmente se produce sin necesidad de que haya objetivos comunes ni planificados entre los agentes económicos. Su objetivo es el análisis de todas las acciones basadas en el cálculo económico y rastrear la formación de precios hasta el punto en el que el agente económico elige.
3 La Economía Social de Mercado vista por un jurista cubano. https://democraciaparticipativa.net/documentos-data-a-referenda/documentos-en-espanol/doctrina-social-cristiana/8426-la-economia-social-de-mercado-esm-vista-por-un-jurista-cubano.html