El impacto de las remesas y la cultura de dependencia en América Latina

Según el BID, el total de remesas enviadas desde Estados Unidos al resto de América al Sur del Río Grande fue de US$66.5 mil millones en 2007 (casi el doble de las cifras registradas cuando comenzaba el siglo). Un informe del Programa de Remesas e Inclusión Financiera (CEMLA) señala que en 2017 alcanzaron un total de más de US$77 mil millones, representando un notable aumento (después de la recesión 2008/2010) de US$11 mil millones durante ocho años consecutivos de constante crecimiento anual. Durante este último período, el crecimiento anual promedio de ese ingreso resultó del 9%, la tasa anual más alta observada en este siglo.

La proporción del ingreso por remesas se mantuvo a niveles generalizados en las distintas subregiones, aunque sobresaliendo a tasas de dos dígitos las recibidas por Centroamérica. Las remesas provenientes de Estados Unidos mostraron un crecimiento significativo, lo que favoreció a aquellas subregiones debido a una fuerte presencia migratoria en el vecino del Norte, como es el caso de Centroamérica y el Caribe y de países como México y Colombia.

Hay que destacar que estos estudios del BID y de CEMLA no incluyen el caso de Cuba; por una parte, porque Cuba no es miembro del BID y, por la otra, porque Cuba no es accesible a este tipo de investigaciones. Y a partir de 2018, Venezuela tampoco puede ser contabilizada ante la enorme crisis migratoria provocada por el desastroso gobierno de Nicolás Maduro y su ruptura con estos y otros organismos continentales.

En el caso de Cuba se han realizado estudios minuciosos desde el extranjero que logran calcular un monto aproximado de US$6,600 milllones en 2018, lo cual significa que ningún otro rubro de la economía cubana es tan rentable como las remesas. Este desequilibrio se debe a la reducción de la ayuda financiera venezolana (sobre todo en suministro de petróleo a precios muy inferiores a los del mercado mundial y mediante créditos mayormente impagados), el declive de las exportaciones de productos y servicios, así como el notable descenso del turismo, factores éstos que colocan a las remesas como el pulmón financiero que mantiene con vida a la moribunda economía cubana.

Este respiro a una economía en ruinas no se verá afectado por las nuevas medidas anunciadas por la Administración Trump para regular el envío de remesas a la isla que entraron en vigor a partir del 9 de octubre de 2019, estableciendo un tope de US$1,000 trimestrales por cada destinatario, el cual no afectará el monto de los envíos de remesas al país, que oscilan a un promedio mensual de US$180-220 por transacción. Por otra parte, hay que recordar, que alrededor del 45% de las remesas a Cuba llegan por vías informales y es prácticamente imposible calcular su monto, limitándose los investigadores a hacer cálculos aproximados mediante encuestas.

En cuanto a Venezuela, probablemente depende más de la economía estadounidense que lo que Maduro, Cabello y sus secuaces dan a entender en sus discursos. Para Venezuela, Estados Unidos era el principal destino de sus exportaciones, en un 48% hasta 2017 según los datos del OEC. Y las compras estadounidenses, esencialmente petroleras, todavía le representaban a Venezuela una fuente crucial de dinero en efectivo. Esto está dando un giro negativo fundamental causado por la creciente hostilidad entre ambos países.

Es importante señalar que el monto de las remesas al resto del continente excede con creces la suma total de ayuda económica de EEUU a la región y se equipara incluso al volumen de inversión directa, como figura en el primer capítulo de "El impacto de las remesas en el desarrollo de América Latina", publicado por el Banco Mundial.

Esta situación es resultante de la inmensa masa migratoria procedente de los países del Sur hacia Estados Unidos. En 2015, el saldo total del número de emigrantes procedentes de la región resultó de 34.4 millones de personas y el principal origen de dicha emigración fue México con 11.9 millones de emigrantes, seguido por Sudamérica (11.7 millones), el Caribe (6.4 millones) y Centroamérica (4.4 millones). Ese año en particular, el saldo migratorio procedente de México representó el 35% del total.

Aunque no hay cifras exactas disponibles, las masas migratorias en forma de caravanas que llegaban a la frontera Sur de Estados Unidos en 2018 y 2019 puede calcularse que hayan contribuido a superar el promedio de inmigrantes de años anteriores, siendo que la mayoría de estos intentan ingresar ilegalmente y, por tanto, lo hacen en número difícil de contabilizar.

En consecuencia, el monto de las remesas aumentó proporcionalmente, siendo México el mayor beneficiario con un total calculado en casi US$29 mil millones, seguido por Guatemala (8,200 millones), República Dominicana (5,912 millones), Colombia (5,585 millones), El Salvador (5,043 millones), Honduras (4,305 millones), etc., incluyendo países como Argentina (425 millones) o Chile (329 millones), de los que normalmente no se habla como receptores de remesas. Todas estas cifras son para 2017 y han aumentado considerablemente en 2018 y lo que va de 2019.

Según el informe de CEMLA, "el 61% de los emigrantes mexicanos y dominicanos entrevistados señaló que las remesas que envían constituyen la principal fuente de ingreso del hogar que las recibe". Señalan también que este porcentaje es todavía mayor entre los guatemaltecos (69%), los hondureños (85%) y los salvadoreños (92%). En el caso de Cuba, el promedio de US$200 mensuales por destinatario representa un ingreso diez veces mayor que el salario promedio, por lo que muchos destinatarios dejan de trabajar y se mantienen con lo que reciben del exterior.

Las remesas, que debieran tener un carácter transitorio para resolver situaciones temporales de crisis familiar o nacional, se han convertido en una corriente enorme y permanente de fondos que anegan la iniciativa de emprender esfuerzos destinados a resolver la crisis, creando así una negativa cultura de dependencia. Las remesas han creado una evidente «cultura de dependencia» porque, como hemos señalado en un párrafo anterior referente a Cuba, reduce los incentivos a trabajar y a invertir o aplicarse en la formación laboral. Además, esta dependencia reduce la autonomía y el control del proceso de desarrollo, ya que éste está expuesto y de hecho depende del ciclo económico de los países de destino de los emigrantes, sobre todo cuando estos países atraviesan un período de recesión económica.

Esta cultura de dependencia provoca también rivalidades y envidias. "Las personas que reciben regularmente montos mayores de remesas se sienten afortunados y recalcan la diferencia entre ellos y receptores intermitentes de remesas", como señala un estudio de la CEPAL basado en muchos casos pertinentes. Esto da lugar a una sensación de dependencia en el receptor y la relación de poder del emisor o emisora, como también ha revelado ese estudio de la CEPAL, titulado "Destinatarios y usos de remesas" de la Serie "Mujer y Desarrollo".

Sin embargo, no todas las familias tienen familiares en los Estados Unidos, y por lo tanto, no todas las familias reciben remesas o reciben lo suficiente como para que impacte en la economía del hogar, dando lugar a esas rivalidades y envidias que mencionamos antes. Además, tener a un familiar o amigo en el extranjero no garantiza que el hogar reciba remesas, mientras que algunos hogares sin familiares migrantes pueden recibir remesas porque en algún momento colaboraron para financiar el viaje de algún miembro de otro hogar. Las situaciones son distintas para cada hogar y ahí radica principalmente su complejidad y los problemas que esta nociva dependencia provoca.

No obstante, como dijimos antes, las remesas son una necesidad frente a una crisis transitoria a nivel familiar o nacional. No cabe duda que las remesas mejoran el nivel de vida de muchas familias. Algunas madres, por ejemplo, han podido dejar de trabajar en su vejez con la ayuda de las remesas. Luego el factor humanitario debe ser también tenido en consideración para casos específicos de necesidad extrema. 

Un notable ensayo publicado por el Acton Institute, titulado "Crisis financiera, populismo y el camino a la prosperidad en América Latina" hace referencia a las soluciones viables para resolver estas crisis mediante el respeto a los DDHH fundamentales, sin intentar "salvar" la situación a través de una autoritaria intervención del Estado, resumiéndolas con las siguientes conclusiones:

«Las robustas instituciones de la iniciativa empresarial, la formación eficaz de capital humano, los derechos de propiedad sólidos y el Estado de derecho podrían contribuir en gran medida a mejorar la calidad de vida de América Laatina y a erradicar la pobreza de la región. De hecho, una transición pacífica de instituciones refractarias al desarrollo a instituciones orientadas al crecimiento lograría mucho más que la agenda de políticas públicas y las donaciones que pregonan los organismos internacionales y los gobiernos de las naciones desarrolladas.

Al igual que la riqueza, estas instituciones son un medio, no un fin. Y debiera haber innumerables fines, tantos como seres humanos. Los medios institucionales tienen la misma función que los caminos: hacen posible que los conductores respetuosos de las leyes lleguen a su destino, pero no determinan el sitio. Los mercados también actúan como caminos, permitiendo a las personas perseguir sus sueños, innovar y servir a los demás».

En otras palabras, el progreso es una vocación personal que depende del esfuerzo y la voluntad de cada persona. El Estado está a su servicio para facilitar el progreso y garantizar la seguridad y el orden. A su vez, la cultura de dependencia alimenta el autoritarismo estatal y abre las puertas al totalitarismo en una opresiva atmósfera de abandono y estancamiento.

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