El Paternalismo en las políticas destinadas a solucionar los problemas de la extrema pobreza, no funciona. Son patentes las pruebas crueles y lamentables de la abrumadora miseria que se extiende alrededor del mundo después de años, décadas y hasta siglos de obras de caridad y de un derroche multibillonario de subvenciones y otras "ayudas" distribuidas entre los más pobres.
No podemos tampoco aspirar a erradicar la pobreza, simplemente porque siempre habrá diferencias provocadas por la capacidad, la suerte, la iniciativa o las circunstancias favorables o adversas que determinan el fracaso o el éxito de las personas. No obstante, es posible erradicar la extrema pobreza –la miseria– con políticas adecuadas que se ajusten al principio de "no regalar el pescado sino enseñar a pescarlo".
Lo que están haciendo los gobiernos del mundo y muchas iniciativas de caridad cristiana y de otras religiones es crear un síndrome de dependencia que anula la iniciativa individual y el esfuerzo de superación de las personas a las que, de hecho, se les está inculcando que la única salida de subsistencia que tienen a su disposición es la limosna. Esto no quiere decir que esos programas de gobierno y esas obras de caridad deban eliminarse en su totalidad, sino que deben limitarse a quienes por motivos físicos o mentales no tienen una oportunidad mínima de superarse y abrirse camino en la vida. O también deben existir para brindar asistencia temporal a los damnificados de catástrofes, accidentes o un golpe negativo de la suerte, hasta que se les pueda encaminar al mercado del trabajo o a cualquier iniciativa de libre empresa.
Esto es a nivel personal; pero a un nivel comunitario o internacional, tampoco solucionan el problema de la extrema pobreza, la miseria y la hambruna los programas de "ayuda" que se prestan a los gobiernos de países más pobres para que los distribuyan en régimen de dependencia entre la población más necesitada, al tiempo que provocan notables casos de corrupción que enriquecen a los intermediarios sin que los más necesitados logren escapar de ese desesperanzador estado. Más valdría que los programas fueran más bien de “asistencia” y no de “ayuda” que se ofrecieran mediante equipos especializados que acudieran a esos países para darles adiestramiento a los más necesitados en aquellas profesiones u oficios que pudieran crear nuevas fuentes de trabajo capaces de brindarles un nivel de vida digno con la posibilidad de progresar gradualmente a estratos más altos de la sociedad.
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En lo que va de año, la Reserva Federal (la Fed) se enfrascó en compras agresivas de activos (la llamada flexibilización cuantitativa), que ha impulsado la oferta monetaria estadounidense (un proceso descrito por algunos economistas como "producir dinero de la nada"). Este proceso de creación de dinero, a su vez, ha tocado los nervios de los economistas que vivieron el período de estanflación de la segunda mitad de la década de 1970 con una alta inflación en medio de una fuerte depresión económica.