La deuda pública de Estados Unidos apunta a un posible derrumbe económico

La deuda pública de Estados Unidos es un problema grave que sigue sin resolverse, conduciendo al país a una situación financiera y económica insostenible que hará crisis en algún momento durante los próximos 10 años si no se toman medidas de austeridad en algunos renglones presupuestarios, los que han ido alcanzando niveles muy desproporcionados durante los últimos 20 años.

Aunque en los últimos dos años el crecimiento de la deuda se ha desacelerado un poco en comparación con los ocho años anteriores, y a pesar de que la política económica del actual gobierno ha mejorado las perspectivas económicas futuras, dista todavía de ser suficiente para impedir el desastre.

Para darnos una idea, observando el gráfico y comparando las cifras, tenemos que el Presidente Bush asumió la presidencia con una deuda de aproximadamente 5,7 trillones de dólares. Durante los dos primeros años de su administración, aumentó moderadamente, hasta 6,2 trillones, pero después el gasto extraordinario de las dos guerras en Iraq y Afganistán, dispararon la deuda hasta llegar a los 9,9 trillones cuando tomó posesión el Presidente Obama. A partir de aquí, la deuda se disparó exponencialmente pese a la reducción de los gastos militares en los teatros relativamente pacificados de Iraq y Afganistán y alcanzaba ya los 19,6 trillones cuando el Presidente Trump tomó la dirección del país.

Aunque el aumento de la deuda se redujo un tanto durante el primer año del mandato del Presidente Trump, éste no alcanzó a lograr apoyo suficiente del Congreso en los renglones presupuestarios para hacer un mejor trabajo de moderación en los gastos de estos primeros dos años y 2018 cerró con una deuda pública de 21,7 trillones, la cual, al momento de escribir estas líneas, pasados los dos primeros meses de 2019, alcanza la cifra de 22,1 trillones, y seguirá aumentando al mismo ritmo con el nuevo presupuesto – mayormente impulsado por el Partido Demócrata que suele ser muy liberal en los gastos de gobierno. Es importante tener en cuenta también que de todo esto se le debe a otros países casi 6,3 trillones de dólares.

Para darnos mejor cuenta de lo que está sucediendo, comparemos lo que ha estado ocurriendo durante los 18 años últimos: Entre 2000 y 2008, la deuda aumentó a razón de 0,54 trillones por año; entre 2008 y 2016 aumentó un promedio de 1,2 trillones por año; y en los últimos 26 meses el promedio anual (incluyendo los 2 primeros meses de 2019) ha sido de 1,15 trillones.

Es urgente que el Congreso y el Presidente Trump mejoren sus relaciones, al menos en cuestiones presupuestarias, para poner un firme freno a esta carrera crediticia cuando llegue el momento de decidir sobre los gastos del gobierno federal para el año 2020. En 1990 el déficit presupuestario era del 3,482% del Producto Nacional Bruto (PNB) y ahora es del 4,038% del PNB, un poco menos que hace dos años, pero todavía demasiado para una economía sostenible aquejada por tan pesada deuda. El populismo del crecimiento desaforado del Estado de bienestar es insostenible y no se justifica por mezquinas ambiciones electorales. Por ejemplo, el presupuesto para Medicare/Medicaid es el doble del presupuesto de defensa, de lo cual casi 76 millones de personas –más del 22% de los habitantes del país– reciben Medicaid (es decir, atención médica, dental y medicinas gratis, sin costo de seguro); más de 36 millones de personas –más del 10% de la población– reciben cupones de comida; y muchos millones más un largo etcétera de otros beneficios. Es urgente ponerle coto a esto y el año de campaña electoral debiera caracterizarse por promesas de moderación en las políticas económicas, con una seria reestructuración de los gastos de beneficios para reducir considerablemente sus costos.

Lamentablemente, estas cifras son tan enormes que los votantes pierden conciencia de la espada de Damocles que pende sobre su salud económica y financiera, sobre todo si el país se viera alguna vez enfrentado a una bancarrota federal. El hecho es que esta deuda de más de 22 trillones representa una carga de casi $70,000 por cada ciudadano del país, hombre, mujer, niño o anciano. Sólo por el servicio de la deuda (los intereses) el país debe pagar casi $9,400 por cada ciudadano, ¡y esta cifra sigue subiendo! Los contribuyentes y ciudadanos de Estados Unidos deben ser muy conscientes de todo esto a la hora de votar por sus representantes y senadores. Antes de decidir, averigüen bien los interesados en su bienestar y el de su país cuál es la política presupuestaria de los candidatos y cómo proponen (si es que lo tienen en cuenta) solucionar este problema. Al fin de cuentas son ellos quienes manejan el presupuesto y el Presidente sólo propone o veta.

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