El precio de las acciones en el mercado de valores depende de cualquier factor o de un grupo de factores capaz de afectar el precio debido a su influencia en las decisiones de los inversionistas y especuladores. Por tanto, el precio al que se cotiza una acción determinada es influenciado por todas las variables externas aunque, en realidad, su base consista en los datos fundamentales de la empresa, en el equilibrio entre la oferta y la demanda y en la proyección de futuras utilidades y/o futuros dividendos de la empresa.
Sin embargo, esta base puede sufrir fuertes sacudidas y verse notablemente afectada por esos factores externos que afectan la psicología del mercado, los cuales atienden a razones políticas, opiniones de "expertos", decisiones tomadas por bancos de inversión o por fondos mutualistas, a noticias micro o macro económicas, a desastres naturales y a estados de pánico o de euforia.
Dentro de este confuso escenario, los analistas del mercado de valores suelen entender el concepto de "tendencia" y diseñan algoritmos y gráficos que proyecten la dirección o trayectoria futura en que evolucionará la cotización de determinados valores o de todo el mercado. Una de las premisas fundamentales que respalda el análisis de tendencias es que una determinada tendencia en movimiento va a continuar hasta que alguno de los factores mencionados la obligue a frenarse o a cambiar de dirección.
Además, estas tendencias son interpretadas dentro de la hipótesis del análisis técnico que afirma que el comportamiento de un activo es repetitivo en el tiempo en un ciclo sistemático que consiste en acumulación, tendencia alcista y distribución hasta desembocar en una tendencia bajista. Llegado a este punto, deriva de forma automática a una nueva fase de acumulación, etc. Esto significa que el análisis histórico de esas tendencias y sus ciclos puede ser determinante en la predicción de resultados.
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