El referendum sobre la permanencia del Reino Unido llegó, los británicos han votado y se van de la Unión Europea. Para aquellos que escuchen con habitualidad mi programa La Voz no habrá resultado una gran sorpresa porque dimos semejante eventualidad por más que posible. Es más, insistimos en que era, precisamente, la más posible. Sorpresas, pues, ninguna. Cuestión aparte es que el panorama que se dibuja sea todo menos halagüeño. Comencemos con los que se van. Se mire como se mire, la que se le viene encima al Reino Unido no es pequeña. De entrada, los nacionalistas escoceses ya han amenazado con marcharse a su vez porque ellos sí desean permanecer en la UE. Por lo que se refiere a los nacionalistas irlandeses – ese Sinn Feinn brazo político de la organización terrorista IRA – ya ha señalado que desea desgajar el Ulster del Reino Unido y sumarlo a la república de Irlanda. Pero más allá de tan poco deseables anuncios de desmembramiento del Reino Unido, la situación económica se va a complicar. Las exportaciones británicas chocarán de nuevo con barreras aduaneras, sus trabajadores tendrán que saltar obstáculos para situarse en la Unión Europea y las inversiones se reducirán notablemente. Es cierto que podrán echar a algunos inmigrantes y que también lograrán reducir las ayudas sociales para extranjeros, pero, francamente, el coste es tan elevado que no compensa lo más mínimo siquiera la bajada de las bolsas.
¿Qué sucederá con el resto de Europa? Los nacionalistas franceses y holandeses – bastante hartos de las normas europeas y de la cesión de soberanía en el seno de la UE – ya han anunciado que van a impulsar sendos referendums. En otras palabras, van a utilizar la carta británica siquiera en beneficio propio. En cuanto a Podemos – la sección filochavista de la política española – ya ha aplaudido públicamente a los británicos. No desean salir de la UE – ¿quién pagaría sus despilfarros? – pero sí sueñan con independizarse del euro y con agarrar la máquina de imprimir papel moneda para repetir las hazañas de los primeros años de Hugo Chávez. Dicho sea de paso, España es una de las naciones especialmente afectadas por la marcha del Reino Unido.
Hay repercusiones para España que resultan nada deseables. De entrada, las inversiones británicas en España – y previsiblemente el turismo – se resentirán. Dado que los británicos son los primeros consumidores de turismo español y que este sector es uno de los pocos casi intocados por la crisis – Cristóbal “Nosferatu” Montoro, el desastroso ministro de Hacienda español no ha logrado poner impuestos al sol – ya puede imaginar el lector la que se avecina. Por añadidura, las exportaciones españolas a Gran Bretaña se verán afectadas negativamente y de nuevo estamos hablando de uno de los tres grandes inversores en el hermoso país sureuropeo.
- Hits: 3920