Hace más de quince años los Estados Unidos transitaban un doloroso periodo en el cual, se ponía a prueba el verdadero material de su tejido social. Los ataques terroristas de aquel 2001, habían profundizado una incipiente recesión que se antojaba pasajera. Pero aquel día, 11 de Septiembre, cuando millones alrededor del mundo atestiguaron con horror, las naves secuestradas penetrar el corazón del Centro Financiero del país, EU era gravemente herido y el mundo había cambiado.
Uno de esos dardos al corazón de EU, provocaba el agravamiento de una recesión ya iniciada y magnificada por el temeroso comportamiento del consumidor, quien ahora llevaba sobre sus espaldas ese miedo para salir a los centros comerciales, o las empresas su temor para invertir en nuevos proyectos. El fenómeno se complicaba en una economía globalizada que ya experimentaba el efecto dominó, recorriendo el mundo en una cascada de extinción de activos, valores, ilusiones, sueños y realidades.
Durante el Siglo XIX, John Stuart Mill abordó el tema de recuperación de países ante los desastres naturales, militares o políticos. Mill afirmaba que las naciones se pueden rehabilitar con cierta facilidad, si cuentan con dos elementos fundamentales: El conocimiento y las habilidades de sus habitantes, los motores básicos del desarrollo económico. Los EU, indiscutiblemente mantenían ambos representados por su valioso capital humano, lo que sugería el ataque no debía ser un apocalipsis económico en el mediano y largo plazo.
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