No fue una sorpresa que el ungido como sucesor por Hugo Chávez fuera una persona absolutamente incapacitada para ejercer el gobierno, y que no haya dudado en ofrecerse como servidor incondicional de la causa totalitaria cubana, que gobernar nunca ha sabido, pero mantener el poder sí, y bastante. Una causa que está siendo afectada por la biología, y ya Cuba tiene un jefe de gobierno que no se apellida Castro, toda una novedad. Más allá de las anécdotas y consideraciones al respecto, un hecho esencial para entender la situación es que ambos regímenes poseen hoy muchas similitudes.
¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO EN AMBAS REALIDADES?
Lo que está en juego es la democracia no sólo como concepto, sino como expresión de los valores esenciales de la persona humana. La oposición cubana, tanto la interna como la de la diáspora, está consciente de la necesidad de ir más allá de la crítica a la situación actual, para entrar al terreno de la oferta de un modelo alternativo. Un modelo que se base en la “comprensión de la política como desafío a la capacidad creativa de la libertad humana y su proyección en un diseño de futuro” (Rodríguez Iturbe).
Un hecho reconocido por la oposición al régimen castrista es que una transición pacífica a la democracia probablemente no será un proceso de ruptura inmediata o abrupta, e implica la acción de múltiples actores sociales incluyendo a muchos que hoy habitan en las estructuras oficiales.
La oposición cubana, tanto de dentro como de fuera, ya ha entendido la diferencia entre hecho y opinión, entre intereses y deseos. Comprende que debe superar, en su mensaje hacia el mundo, el mero discurso emocional. Con objetivos racionales y razonables, lenguaje positivo, concentrados en la defensa de los derechos humanos y en lograr creciente visibilidad, buscando generar empatía con actores internacionales que no sólo desconocen la realidad cubana, sino que incluso responden a patrones cultural-políticos distintos, al poseer sus países circunstancias completamente diferentes.
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