He estado pensando… (LXVIII)
por Alberto Reyes Pías
He estado pensando en la diferencia entre sueños y cálculos
Todo lo bueno que un ser humano construye en este mundo suele empezar por un sueño. Un sueño es una luz que nace en el alma y que, poco a poco, se convierte en una espiral ascendente de vida y energía que saca lo mejor de las personas y lo mejor de los pueblos.
Hace muchos años, mi pueblo perdió la libertad, y empezó a soñar con recuperarla, y los sueños lo llevaron a hacer muchas cosas para traerla de vuelta. Pero en medio de todos los que buscaban la libertad, hubo un grupo que lo que buscaba era poder, y el poder no se sueña, se calcula, y sus cálculos fueron correctos, al punto de que la mayoría de aquellos que soñaban con la libertad, les abrieron el camino para permitirles llegar al poder, un poder al que, una vez conseguido, se aferraron con uñas y dientes.
Y así, no sólo no devolvieron la libertad a mi pueblo, sino que hicieron más dura y miserable su esclavitud. De hecho, hoy mi pueblo ha multiplicado sus sueños: sigue soñando con la libertad, pero además, sueña con la verdad, con el progreso, con una sociedad donde se pueda vivir sin miedo, donde no haya que aparentar lo que no se siente, donde no se tenga que advertir a los niños de cosas que no pueden decirse fuera de casa, donde no sea necesario entrar en la ilegalidad para tener lo básico, donde la vida pueda depender del propio esfuerzo.
Mi pueblo sueña con un sistema donde la comida, las medicinas la, electricidad… no sean una pesadilla.
Mi pueblo, que un día favoreció a los que están hoy en el poder, ha alzado la voz una y otra vez para reclamar su libertad robada, pero la respuesta desde el poder ha sido siempre la represión y la cárcel.
Es como una consigna, como el grito repetitivo de un loco: “Enciérrenlos, enciérrenlos, enciérrenlos a todos…”, de un modo cada vez más feroz, aunque ellos lo llaman “modo ejemplarizante”, porque quieren precisamente que esa brutalidad sirva de ejemplo, y que se grabe en la conciencia de los que aún soñamos con la libertad, que el precio de nuestros reclamos pueden ser largos años de cárcel, y no contentos con esto, han dejado claro que esos años de cárcel pudieran convertirse en cadena perpetua e incuso en pena de muerte.
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