(José Luis Leal espera la llegada de clientes a su recién abierta cafetería 'El Viejo y el Mar, situada en la planta baja de un edificio de apartamentos frente al Malecón de La Habana. JAVIER GALEANO / AP)
Al estudiar las transiciones gubernamentales, particularmente las que han tenido lugar en Europa central y oriental tras el colapso de la Unión Soviética, una polémica sobre la secuencia de las reformas se enfoca como un dilema de causalidad similar al que surge de la pregunta “¿qué fue primero, la gallina o el huevo?”: ¿Qué cambios deben realizarse primero, los políticos o los económicos? Dado que, en la mayoría de los países, la prosperidad económica va mano a mano con las libertades personales, algunos postulan que las reformas económicas dan lugar al advenimiento de las libertades políticas.
No obstante, el hecho de que dos acontecimientos se observen juntos con frecuencia no significa que uno sea causante del otro. Para ilustrar este error de razonamiento, filósofos suelen ofrecer un ejemplo cotidiano: apretamos el botón para llamar el ascensor, esperamos impacientemente, y luego lo volvemos a apretar. El ascensor llega y, equivocadamente, deducimos que lo que provocó la llegada del mismo fue haber apretado el botón por segunda vez. En la lógica, el precepto de que la correlación no implica causalidad se conoce como la falacia cum hoc ergo propter hoc (con esto, por tanto, debido a esto).
El error puede demostrarse fácilmente al analizar las experiencias de China y Vietnam. China comenzó profundas reformas económicas basadas en el mercado en 1978, y Vietnam las inició poco después. Hoy, ambos países son considerablemente más ricos, pero al cabo de tres décadas de progreso económico, no han implementado reformas políticas de ningún tipo. China y Vietnam siguen siendo estados totalitarios clasificados como “no libres” en el informe anual que realiza la organización Freedom House.
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