Migración internacional con efecto neto cero: un ideal en Honduras

Tegucigalpa - Desde 1998, tras el huracán Mitch, se disparó la salida de hondureños hacia Estados Unidos, el país preferido para emigrar por nuestros compatriotas. Hasta el 2007, unos 100 mil hondureños se iban anualmente hacia el Norte, por tierra y sin la debida documentación, atravesando Guatemala y México hasta internarse en el país del Norte.

Después del 2007, esa cifra a no más de 80 mil por año.  Producto de ello -- restando retornados y deportados-- al presente más de un millón de compatriotas vive en EE.UU, dos tercios de ellos se encuentran en condición migratoria irregular.  Y aunque la tasa de pobreza en las familias de origen hondureño en EE.UU. duplica el porciento nacional de todas las familias norteamericanas, aún afirmamos que la mayoría de los hondureños en EE.UU. vive por encima de la pobreza, según criterios estadounidenses vigentes.

 Pero lo anterior, todavía no complace.  Honduras debería ser como Costa Rica y Panamá países que importan extranjeros en vez de exportar nacionales.  Y por eso nos preguntamos... ¿qué se necesita para solucionar el problema migratorio internacional hondureño?  Lo sucedido en México durante el último quinquenio responde parcialmente a esa pregunta.

Los centros mexicanos y estadounidenses de investigación y prensa informan que desde el 2007, y por primera vez en cinco décadas, el número de mexicanos que por año sale a Estados Unidos es menor que los que regresan a tierras mexicanas desde esa nación.  Esto significa que México ha logrado en la población nativa de su migración internacional el “efecto neto cero”, una meta envidiable ausente en nuestra Visión y Plan de País.

 

Este escrito analiza en qué consiste el efecto neto cero y qué cambios ha habido en México para logarlo.  Cierra con una conclusión aplicada a Honduras.  Los datos que presentamos aquí provienen mayormente de tres fuentes: la Oficina del Censo de EE.UU., la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de México (ENOE) y los informes del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense.

 

Migración internacional con efecto neto cero

México logra tal efecto porque el número de nacionales que salen son menos que los que regresan al país en un mismo año.  El caso mexicano es paradigmático por dos razones.  En EE.UU es donde viven más mexicanos fuera de México.  Y al mismo tiempo, los mexicanos forman la comunidad más numerosa en los Estados Unidos procedente de un mismo país.  Hay más mexicanos que chinos en EE.UU.

Sin embargo, durante el último quinquenio ha habido novedades en los flujos migratorios mexicanos a EE.UU.  Han cruzado la frontera de EE.UU., menos mexicanos que antes y la tendencia se agudiza en los últimos tres años.  En 2010 sólo se fueron 368 mil a EE.UU., una reducción del 63% con respecto al millón que antes del 2007 se iba por año para EE.UU.  Disminuyó casi en igual proporción entre marzo del 2008 y marzo del 2009, cuando arribaron a EE.UU. 175,000 mexicanos, según el Centro Hispano Pew, "la cifra más baja de toda la década y alrededor de la mitad de la media de los dos años previos".

El censo mexicano de 2010 en comparación con el del año 2000 muestra una reducción de 36% en el número de nacionales que emigró a Estados Unidos, de tal forma que el país vecino del Norte pasó de concentrar del 96% al 89% del total del flujo total de migrantes internacionales de origen mexicano.

Al mismo tiempo aumentan los mexicanos que cada año regresan a México desde EE.UU.  Entre 2005 y 2010 han vuelto a sus lugares de origen, desde Estados Unidos, más de un millón de mexicanos.  Desde el 2006 la cifra parece haberse estabilizado en cerca de medio millón por año: 433 mil mexicanos regresaron a su país entre febrero de 2008 y febrero de 2009.  Para el mismo periodo entre 2007 y 2008 la suma fue de 440 mil y para el 2006-2007 alcanzó los 479 mil.  El Instituto Nacional de Migración ha aceptado que entre quienes regresan muchos más que antes dicen que no se van de nuevo y que se quedan definitivamente en su tierra natal.  La tendencia a la baja no disminuirá hasta que la economía estadounidense supere la crisis económica actual, recobre su histórica condición de crecimiento sostenido y sea de nuevo un nicho de trabajos diversos para extranjeros.  Pero la recuperación de EE.UU. sigue débil, temblorosa y aún incierta.

Detrás de los datos ofrecidos se encuentra la dinámica de la población indocumentada de mexicanos en EE.UU.  La tendencia de “mojados” cambió entre 2005 y 2008 en comparación con la tendencia mostrada al inicio de la década.  Se estima que el flujo promedio llegaba a 800 mil indocumentados por año entre 2000 y 2004, y que dicho promedio se contrajo a unos 500 mil entre 2005 y 2008. Después, se ha mantenido en picada.

 Por lo tanto, el balance entre los que se van y los que regresan hace que disminuya o tienda a mantener en equilibrio la población mexicana total en Estados Unidos, si dentro de la misma nos fijamos únicamente en los nacidos en México o los también llamados “migrantes de primera generación”.  En un estudio realizado también por el Centro Hispánico Pew, titulado "Inmigrantes mexicanos: ¿cuántos vienen? ¿Cuántos se van?", señaló que a principios de 2009, 11,5 millones de personas nacidas en México vivían en Estados Unidos, casi la misma cifra que en el 2008 (11,6 millones) y que en el 2007 (11,2 millones).  La población total de inmigrantes que vive en Estados Unidos y ha nacido en México disminuyó también en el 2010, de 11.6 millones a 11.5 millones con respecto al 2009.

Cambios en México

Los emigrados mexicanos que regresan a sus comunidades de origen las encuentran hoy más atractivas que cuando ellos se fueron.  Los retornados tienden a regresar con la familia completa, pareja e hijos menores, nacidos en EE.UU.  Los menores han completado algunos años en el sistema escolar norteamericano y ello se valora por sus padres como un legado positivo.  La familia con frecuencia posee ahorros al volver, permitiéndoles afrontar con más holgura cambios económicos y ajustes sentimentales que requieren todo proceso de mudanza, adaptación y asentamiento final en un entorno “ya algo conocido”.

Localmente también han mejorado las condiciones de vida y de trabajo, especialmente en la zona rural, o en ciudades pequeñas o medianas, aún dominadas por actividades agropecuarias y ambiente de vida rural o rur-urbano.  Esas localidades cuentan con más productos y servicios privados, sociales y públicos, en salud, educación, transporte, energía y comunicaciones, que no existían cuando los adultos hoy retornados se fueron.  En estos sitios, como el precio de la tierra todavía no se ha disparado, las familias de regreso pudieron hacerse de una nueva vivienda o mejorar la que dejaron, y quizás hasta llegar a comprar “una finquita” en las inmediaciones.

Los retornados previsores cuentan también al regresar con un empleo, preferiblemente centrado en el hogar o la finca, donde también puedan ahora laborar productivamente otros miembros de la familia.  Tanto el empleo como la vivienda se hicieron realidad al regreso porque antes invirtieron en su lugar de retorno, con visión de mediano o largo plazo, las remesas que durante años mandaron a México mientras laboraban en EE.UU.

En la localidad también se han diversificado los mercados, especialmente el laboral, pues ahora cuenta con más y nuevos empleos, en sectores que pagan salarios más altos a los prevalecientes cuando “se fueron”. Los conocimientos y habilidades laborales adquiridas en el extranjero – sobre todo las agrícolas y pecuarias, de empaque y de procesamiento, y de servicios-- permiten a los retornados en edad productiva dedicarse en México a actividades productivas “más competitivas y rentables”, que antes ni siquiera creían que existían.  Ello se potencia más cuando en la localidad operan programas de apoyo al migrante retornado y a su familia – bien desde la municipalidad, entidades comunitarias del gobierno central u ONG privados.  Más aún, si además de otros servicios parean fondos –públicos con privados—tal como ha sido promovido por los “Zacatecas”, de México.

Conclusión

Los hondureños que hoy viven en EE.UU regresarían a Honduras si en sus comunidades de origen estuviera en marcha un proceso de crecimiento y modernización del agro parecido al caso mexicano.  Desgraciadamente, con excepción de una veintena municipalidades “ejemplares” que tenemos ya en Honduras, las 270 y pico restantes hoy se encuentran en igual o peores condiciones de vida y trabajo que cuando sus emigrados se fueron de ellas.  Destacamos esto, porque en definitiva, la migración internacional es un fenómeno multifactorial, con predominio económico, que se mueve psicológicamente por metas de superación personal, familiar y comunitaria.

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