Para referirnos a la Democracia Participativa auténtica, no debemos limitarnos al concepto de participación democrática que ya se aplica en grados diversos en muchos países donde impera una progresista democracia representativa. Las democracias representativas que funcionan en el mundo de hoy, si no se ven adulteradas por el veneno del populismo, fomentan una creciente participación democrática por medios muy diversos, que van desde las juntas comunitarias hasta las iniciativas populares para convocar a referendos y plebiscitos. Cuanto mayor es el grado de participación que permite el mecanismo representativo, más se acercan los sistemas democráticos modernos al concepto de la Democracia Participativa.
El punto de transición podría identificarse en el momento en que determinados cambios constitucionales permitan estructurar sistemas sociopolíticos en los que la participación canalizara la toma de decisiones por mandato popular. Ese mecanismo que permitirá al pueblo y/o a sus sectores organizados tomar decisiones, y que convertiría al Poder Ejecutivo en un Poder Administrativo al servicio de sus ciudadanos, sería una Democracia Participativa genuina.
Por lo tanto, la forma indiscriminada como califican en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros lugares los sistemas que allí han impuesto o intentan imponer como "democracias participativas", obedece en realidad a una estrategia destinada a confundir a los pueblos que aspiran a una transformación sociopolítica que les dé la facultad de decidir y de tomar las riendas de su propio destino. Pero no se puede saltar de una oligarquía seudodemocrática a un sistema participativo sin consolidar primero la representatividad, la separación de poderes y el respeto a la ley y el orden. Esos tres requisitos esenciales están siendo pisoteados en los países que hoy proclaman un confuso "Socialismo del Siglo XXI".
Desde que en Cuba se crearon las Asambleas del Poder Popular, supuestamente como un mecanismo legislativo que permitía la participación del pueblo, y desde que posteriormente el Presidente Chávez proclamó que su Revolución Bolivariana estaba instaurando una democracia participativa en Venezuela, las masas, sobre todo las de América Latina, están siendo condicionadas por los mismos transgresores autoritarios y totalitarios del concepto democrático para aceptar el contrasentido de que una progresiva centralización del poder se orienta hacia una mayor participación del pueblo en las decisiones públicas y no hacia una dictadura totalitaria o, en el mejor de los casos, oclocrática.
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