El Papa Benedicto XVI llega hoy a Cuba. Se trata de la primera visita papal a mi país en más de una década. En estos tres días Su Santidad se reunirá con los dos hermanos Castro y sus subordinados, además de traer su mensaje espiritual al pueblo cubano.
Muchos son los factores que entrarán en juego. Es una oportunidad única para que el líder de la Iglesia Católica use su prestigio e influencia en apoyo de los oprimidos y ayude al pueblo cubano a conquistar su libertad y establecer la democracia.
Mi país sigue estando manejado por un régimen brutal que oprime al pueblo y viola sistemáticamente sus libertades básicas. La dictadura es una reliquia de la Guerra Fría, pero sin una presión internacional fuerte hay pocas esperanzas de cambio.
Cuba es un Estado policial, en el cual los agentes del Gobierno acosan y espían a aquellos que defienden los derechos humanos. Los que buscan un cambio político y pacífico son golpeados, detenidos y encarcelados arbitrariamente en base a infracciones orwellianas, por ejemplo por "faltar el respeto a los símbolos patrios" o por "insultar a los símbolos de la patria".
La seguridad del Estado vigila de cerca la vida diaria de los ciudadanos, interviene la correspondencia, las llamadas telefónicas y los correos electrónicos. No hay prensa libre y el único periódico es el de la dictadura. Los periodistas independientes que tratan de desafiar la propaganda estatal son amenazados y encarcelados.
Las cárceles cubanas son verdaderos infiernos donde existen a diario violaciones flagrantes de la dignidad humana. Me he pasado 12 años en prisión. La última vez fui acusado de lo que ellos llaman "delitos contra la seguridad del Estado". Mi único "delito" consistió en solicitarle al Estado cubano que respetara los derechos humanos fundamentales de todo ciudadano cubano.
El sistema penitenciario de Cuba viola los requisitos mínimos de cuidado de prisioneros establecidos por las Naciones Unidas. Durante mis años en prisión, presencié prisioneros que eran mantenidos hasta 12 horas y a veces hasta más de 24 horas con las manos esposadas en la espalda y los pies encadenados; prisioneros desnudados sin respeto alguno al pudor humano; guardados durante meses en celdas sin ventilación, luz natural, agua potable o instalaciones sanitarias, además del uso de pistolas Taser para torturas físicas y sicológicas. Como forma de retaliación, se les negaba la atención médica.
En mi caso particular tres prisioneros trataron de asesinarme en diferentes ocasiones. Dos de ellos fueron contratados por oficiales militares. El acoso comenzó en la década de los 90. En una ocasión en 1998, mientras hacía una presentación sobre el derecho a la vida en un hospital, una turba del partido comunista me expulsó violentamente del recinto. Desde entonces, se me ha negado practicar mi profesión de médico. Mi esposa y mi hijo han sido amenazados para que me abandonaran y se nos desalojó de nuestra casa.
Miles de cubanos valientes, indiferentes a la amenaza de la tortura y la muerte, hacen frente a los hermanos Castro y exigen sus derechos fundamentales. Sus filas siguen creciendo y yo no estoy solo en esta lucha, pero necesitamos la ayuda de la comunidad internacional.
La Primavera Árabe es la demostración de que es posible el cambio democrático impulsado por el pueblo. Hemos visto el éxito de movimientos democráticos pacíficos en el resto de América Latina y en el antiguo bloque soviético. En la mayoría de estos lugares, su advenimiento dio como resultado la libertad, la reconciliación nacional y la prosperidad. Podemos lograr los mismos resultados en Cuba y así lo haremos: una Cuba donde seamos libres y soberanos. La comunidad internacional tiene el deber de ayudar en calidad de socia, proporcionando los recursos diplomáticos que nosotros no podemos reunir desde mi patria.
La visita del Papa es importante porque la Iglesia Católica ha jugado un papel crucial en la expansión y protección de las libertades cubanas en el pasado. Mi propia liberación de la prisión y la de otros opositores fue negociada principalmente por ella.
Para aquellos que anhelamos una Cuba libre, nuestras demandas son sencillas: el respeto a la libertad de expresión, de asociación y de reunión, y elecciones multipartidistas, donde el voto de cada ciudadano le permita a los cubanos decidir su futuro en un país en donde ningún cubano sea exilado por sus creencias políticas.
Estos son los bloques de construcción de una Cuba verdaderamente libre y próspera. La presencia del Papa Benedicto XVI representa una oportunidad única para que el pueblo cubano se manifieste y ejerza presión sobre la tiranía para que se celebren elecciones libres y multipartidistas y Cuba se una a los países libres y democráticos del mundo. Le pido al Papa Benedicto XVI que se centre en esta idea para que ocurra un cambio rápido en mi país y que podamos vivir en libertad.
Oscar Elías Biscet es presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos y vive en Cuba