El maniqueísmo es una doctrina cosmológica dualista, que todo lo concibe como la lucha entre un mundo espiritual, noble, y de luz y un mundo material malvado y de oscuridad. El maniqueísmo considera que el mundo está dividido en el bien o en el mal, en bueno o malo, negro o blanco. Cuando adoptamos esa doctrina del bien o del mal para nuestro pensamiento político, la civilidad se vuelve casi imposible.
La política actual norteamericana se ajusta a ese patrón dualista: los demócratas se ven a sí mismos como defensores de un mundo de luz igualitario, y se imaginan a los republicanos como los malvados ocupantes de un mundo material de oscuridad. En política hemos perdido la visión de que compartimos objetivos finales y que nuestras diferencias son sobre la mejor manera de lograr esos objetivos.
Recordemos, por ejemplo, cuando Alan Grayson, entonces Representante Demócrata para el noveno distrito del Congreso de La Florida, afirmó, que el plan de atención médica ofrecido por los republicanos de la Cámara significaba que estos querían que los norteamericanos "murieran rápidamente". Además, el frecuente vilipendio del presidente Trump no es la forma en que deberíamos intercambiar con personas con las que no estamos de acuerdo.
Sin embargo, sería erróneo concluir que esta incivilidad es nueva en la política americana. Al principio de la República los Fundadores se enfrentaron en desagradables batallas entre Federalistas y Anti-Federalistas. Más tarde sufrimos la división del país durante la Guerra Civil, y nuevamente durante el movimiento por los derechos civiles y la Guerra de Vietnam. Lo que es nuevo, es el comportamiento público maniqueo del bien contra el mal y hacia los adversarios.
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