He estado pensando… (LXVIII)
por Alberto Reyes Pías
He estado pensando en los niveles del diálogo
Ha saltado a los medios la propuesta de los obispos cubanos de mediar en un diálogo nacional, propuesta necesaria y oportuna, porque no es un secreto que Cuba es un país estancado, donde la existencia da vueltas y vueltas sin llegar nunca a ningún lugar, y donde el único plan de futuro dentro de la isla es sobrevivir un día más.
No hay proyectos, no hay sueños, no hay vida. Un diálogo nacional en Cuba no será fácil, porque su objetivo es lograr un acuerdo mutuo que saque al país de la inmovilidad y, para esto, es necesario escucharse, considerar la postura del otro, y estar dispuestos a llegar a un consenso que, en mayor o menor grado, incluirá una cuota de renuncias.
Por eso, un diálogo necesita partir de la verdad, de la situación real que enfrentamos, porque si no se reconocen los problemas que necesitan soluciones, el diálogo muere antes de nacer.
Hay una fábula que habla de un hombre que vivía en una habitación oscura. Dicen que un día hubo un relámpago, y a la luz de ese relámpago, el hombre notó que en su habitación había objetos: había una cama, una mesa, un armario…
Animado por la luz del relámpago encendió un fósforo, y descubrió que había objetos más pequeños: una silla, libros, platos…
Animado por la luz del fósforo decidió encender un bombillo, y descubrió que en su habitación había polvo, telarañas, suciedad…
La luz, la verdad, siempre tiene una parte dolorosa, porque muestra los errores, lo que está mal, lo que no funciona, lo fallido… y aceptar esto, duele.
¿Qué puede hacer nuestro hombre de la habitación oscura ante lo que le ha revelado la luz? Puede elegir las tinieblas, apagar el bombillo y fingir que todo está bien, sabiendo que la inmundicia seguirá creciendo; o puede empezar a limpiar, puede empezar a humanizar su espacio.
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